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Revista Electrónica de Medicina Intensiva
Artículo nº 467B. Vol 2 nº 10, octubre 2002.
Autor: Beatriz Sánchez Artola

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Tratamiento antibiótico de la neumonía adquirida en la comunidad

Comentario al artículo nº 467

Creo que por ahora no disponemos de la evidencia en cuanto a eficacia clínica que nos permita establecer de forma incontestable qué macrólido, claritronicina o azitromicina, administrados de forma farmacodinámicamente eficiente es preferible en el tratamiento empírico de la neumonía grave adquirida en la comunidad. La experiencia con azitromicina en la NAC es importante y las tasas de curación clínica, en general, han resultado cuando menos comparables a las obtenidas con eritromicina y claritromicina. La limitación del uso de azitromicina a la hora de tratar al paciente crítico en nuestro medio radica en la no disponibilidad de la forma intravenosa. Otra cuestión sería determinar durante cuánto tiempo debería mantenerse el azálido.

Las concentraciones séricas máximas de los macrólidos varían ampliamente. Es cierto que las de azitromicina (0,4 mg/dL, con 500 mg por vía oral) son inferiores a las observadas con otros macrólidos, pero las obtenidas con eritromicina, por ejemplo, son también muy bajas y este hecho no parece ser fundamental para su eficacia. No pueden hacerse simplificaciones, ya que la farmacocinética y farmacodinamia de estos antibióticos es compleja y aún no se conoce en profundidad, pero su eficacia terapéutica no parece depender de un parámetro estático como es la concentración sérica máxima (Cmax). Para los macrólidos de catorce átomos de carbono el principal parámetro predictor de eficacia es el tiempo en que la concentración sérica del fármaco supera a la concentración mínima inhibitoria (CMI) para el microorganismo considerado (T>CMI), mientras que en el caso de azitromicina lo es la exposición total de la bacteria al antimicrobiano (medida por el área bajo la curva de la concentración plasmática-tiempo con respecto a la CMI, AUC24h/CMI). Todos los macrólidos aceptados en esta indicación (eritromicina, claritromicina, azitromicina) alcanzan concentraciones tisulares e intracelulares que superan notablemente a los niveles séricos. Además queda por aclarar la trascendencia clínica de otros efectos conocidos in vitro como el postantibiótico (EPA) o el postantibiótico sub-CMI.

Pienso que es difícil responder categóricamente a la pregunta de qué antibiótico sería preferible a priori para el tratamiento de la neumonía por Legionella, fundamentalmente porque no disponemos aún de ensayos clínicos comparativos con la suficiente potencia estadística (según Edelstein, estudios que incluyan de 300 a 900 pacientes en cada “brazo” para obtener una reducción en la mortalidad de al menos un 50%). Actualmente, macrólidos y fluorquinolonas se recomiendan como tratamiento de primera elección. Aunque recientemente algunos expertos han indicado que las fluorquinolonas resultan preferibles, ambos tipos de antimicrobianos tienen unas CMI para Legionella lo suficientemente bajas y unas excelentes propiedades farmacodinámicas como para lograr buenos resultados clínicos, si bien esto deberá seguir investigándose con los ensayos clínicos apropiados. Los niveles intracelulares de azitromicina son al menos cinco veces superiores a los logrados con eritromicina y ha resultado igual o superior en eficacia, en comparación con otros macrólidos, en modelos experimentales, donde se ha obtenido la inhibición de la replicación intracelular de Legionella con concentraciones realmente bajas (0,125 mg/L). En enfermos con infecciones leves a moderadas es eficaz, pero necesitamos datos de eficacia en pacientes con neumonía grave. Se han descrito fracasos terapéuticos en pacientes con formas graves tratados en monoterapia con un macrólido o una fluorquinolona, y aunque no hay datos que demuestren definitivamente que la combinación de un macrólido (ni tampoco una fluorquinolona) con rifampicina sea más eficaz en estos casos sigue recomendándose su asociación, porque tampoco está claramente descartada su eficacia. Sí hay evidencia, in vitro, de que la asociación de macrólido y fluorquinolona resulta sinérgica.

La rifampicina sigue teniendo un papel en el tratamiento de algunos pacientes con NAC grave, no sólo por su excelente actividad frente a Legionella spp., sino por su destacada acción frente a Staphylococcus spp, incluyendo los resistentes a la meticilina -que aunque relativamente infrecuentes, son patógenos a tener en cuenta en la NAC grave- y otras bacterias Gram positivas, como el propio Streptococcus pneumoniae.

Como en muchas otras enfermedades infecciosas, muchos aspectos del tratamiento de la neumonía (fármaco elegible, dosis, duración, etc.) probablemente no puedan establecerse de manera irrefutable y de hecho existen importantes diferencias de valoración en los distintos consensos y pautas de actuación de reconocido interés.

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Beatriz Sánchez Artola
©REMI, http://remi.uninet.edu. Octubre 2002.

Enlaces:

Palabras clave: Neumonía adquirida en la comunidad, Antibioterapia empírica, Mortalidad, Pronóstico, Tratamiento.

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última modificación: 01/07/2007