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  Editorial nº 37
 

 

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Revista Electrónica de Medicina Intensiva
Editorial nº 37. Vol 3 nº 8, agosto 2003.
Autor: Pedro Olaechea Astigarraga

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Supervivencia al alta de UCI: conferencia de consenso
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El objetivo tradicional de los Cuidados Intensivos ha sido disminuir la mortalidad de los pacientes con posibilidades de recuperación; pero también se debe prestar atención al estado de los pacientes dados de alta de las UCIs, tanto desde el punto de vista del propio paciente como de sus familiares. En marzo de 2002 se presentaron las conclusiones de un panel de expertos (The 2002 Brussels Roundtable “Surviving Intensive Care”), quienes revisaron el estado de la cuestión y reflexionaron acerca de la idoneidad de los cuidados críticos hacia los pacientes que sobreviven y en qué medida esos cuidados deben ser modificados para mejorar el estado de salud de los enfermos a largo plazo. Recientemente han sido publicadas sus conclusiones (1).

Hay un gran número y variedad de secuelas importantes en los pacientes que viven tras ser dados de alta de UCI. Estos pacientes tienen un riesgo incrementado de fallecer, pero además incluso después de un año tienen serias dificultades en su vida diaria (2), tanto desde el punto de vista físico como de sus cualidades cognitivas. Por ejemplo, cerca de la tercera parte de los pacientes que han sufrido un SDRA tienen, a los dos años, dificultades de memoria, de toma de decisiones o de atención (3), a lo que se añaden los problemas respiratorios (disnea de esfuerzo, debilidad), o secundarios a inmovilidad prolongada (contracturas, osificación, etc.), lo que conlleva una peor calidad de vida relacionada tanto con aspectos físicos como mentales. Baste pensar que al cabo de un año sólo el 38 % de pacientes supervivientes han vuelto a su trabajo (4). Esto repercute de manera directa en sus familiares.

Sin embargo, se sabe poco acerca de las causas y modificadores de los pobres resultados a largo plazo. Se debería considerar como “enfermedad crítica” todo lo relacionado con ella, iniciándose antes del ingreso en UCI, durante el mismo, en la sala de hospitalización y tras el alta hospitalaria hasta la completa recuperación (5). Ello permitiría buscar estrategias en cada uno de los periodos de este proceso. No debe considerarse el resultado a corto plazo como señal inequívoca de calidad de vida a largo plazo.

Las investigaciones futuras en este campo deben cumplir varios objetivos:

  • Identificar, y en lo posible mejorar, las secuelas inmediatas al alta de UCI.

  • Mejorar los estudios que miden la calidad de vida y el estado funcional de los pacientes a largo plazo, haciendo seguimiento al alta por lo menos hasta los 6 meses, y contactando telefónicamente para conocer la calidad de vida, morbilidad, recursos utilizados, etc. mediante los cuestionarios apropiados (por ej: SF-36 o EQ-5D).

  • Medir el estado neurocognitivo y relacionarlo con las pautas de sedación en la UCI.

  • Evaluar la carga y estrés que supone para familiares y cuidadores.

  • Evaluar los costos, a largo plazo, de las distintas estrategias aplicadas en el periodo de ingreso en UCI.

La última cuestión que se plantearon los expertos fue las intervenciones que se pueden hacer actualmente: por una parte se deben tener en cuenta aspectos puntuales, como reducir la pérdida de peso mediante una adecuada nutrición, disminuir los efectos de la inmovilización prolongada mediante fisioterapia, aminorar la ansiedad de los familiares mediante una mejora en la comunicación, o evitar la sobresedación y el delirio en los pacientes.

Por otra parte sería necesario que los cuidados críticos se prolongaran en el tiempo más allá de la estancia en UCI, con seguimiento a corto plazo en las salas de hospitalización, no necesariamente realizados por intensivistas, sino conjuntamente con otros especialistas entrenados en la identificación de las secuelas de las enfermedades críticas.

Esta reunión de expertos sirve para recordarnos que nuestro objetivo no debe ser exclusivamente evitar la muerte de los pacientes. Es evidente que es el más importante, pero también debemos pensar en otros aspectos que pudieran ser esenciales para la recuperación de los pacientes que sobreviven, sobre todo tras un proceso particularmente grave y una estancia prolongada en UCI. Como los autores destacan, existen pocos datos concretos, lo que hace que fácilmente nos olvidemos de ello, por lo que son de agradecer reflexiones como las referidas en el artículo. A veces, pequeñas medidas pueden conseguir importantes efectos a la hora de disminuir la gravedad de las secuelas: es sobre esas pequeñas medidas sobre las que debemos meditar.

Bibliografía y enlaces:

  1. Angus DC, Carlet J, on  behalf of the 2002 Brussels Roundtable Participants. Surviving Intensive Care: a report from 2002 Brussels Roundtable. Intensive Care Med 2003; 29: 368-377. [Resumen Medline]

  2. Montuclard L, Garrouste-Orgeas M, Timsit JF, Misset B, de Jonghe B, Carlet J. Outcome, functional autonomy, and quality of life of elderly patients with a long-term intensive care unit stay. Crit Care Med 2000; 28: 3389-3395. [Resumen Medline]

  3. Hopkins RO. Brain imaging, neurocognitive sequelae and health related quality of life followinng acute respiratory distress syndrome. In: SG Pandalai (ed): Recent research developments in respiratory and critical care medicine. Research Signpost. Kerala pp 209-222.

  4. Herridge MS. Long-term outcomes after critical illness. Curr Opin Crit Care 2002; 8: 331-336. [Resumen Medline]

  5. McMullin J, Cooj DJ. Changing ICU behavior to focus on long-term outcomes. In DC Angus, J Carlet (eds) Surviving intensive care. Update in intensive care and emergency medicine, nº 39. Springer, Berlin, Heidelberg, New York.

Pedro Olaechea Astigarraga
Servicio de Medicina Intensiva
Hospital de Galdakao, Bizkaia
©REMI, http://remi.uninet.edu. Agosto 2003.

Palabras clave: Calidad de vida, Cuidados Intensivos, Pronóstico.

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última modificación: 01/07/2007