ISSN: 1578-7710

  Resultados agregados en los ensayos clínicos
 

 

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Revista Electrónica de Medicina Intensiva
Debate nº 2. Vol 2 nº 5, mayo 2002

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Sobre los resultados terapéuticos analizados en los ensayos clínicos: el ejemplo del DANAMI-2

Mariano Martínez Fresneda
Comentario al artículo nº 351. Vol 2 nº 5, mayo 2002.

Estimados compañeros:

El estudio DANAMI-2 contiene una serie de hechos que resultan sorpredentes y con frecuencia habituales en este tipo de estudios. La controversia surge en la elección de los "end points" del estudio. Estos marcan de forma definitiva los resultados y las estrategias que de ellos puedan derivarse.

En el DANAMI-2 los end points mezclan la muerte, el reinfarto y el ACV discapacitante. Estos resultados, por su propia definición y significado, no deberÍan mezclarse, ya que tienen componentes distintos y soportan gran cantidad de variables de confusión. Desde el punto de vista del resultado puro de la asistencia, el peso del resultado "muerte" o "ACV discapacitante" tienen mucho mas valor y significado sanitario que el de reinfarto, y además la propia técnica enmascara este último, ya que resulta desde cualquier punto de vista obvio, que si desobstruimos mecánicamente la arteria responsable, y en ocasiones otras, la posibilidad de que se reocluya (sobre todo a los 30 días) resultará muy inferior a si no lo hacemos.

En mi opinión este artículo no aclara casi nada. Es decir: fallecen los mismos pacientes y quedan discapacitados los mismos pacientes. No sabemos que ocurriría con una técnica de revascularización dirigida hacia pacientes de riesgo empleada de forma secundaria (técnica que como sabeis es la masivamente empleada en nuestra sanidad). Si tenemos en cuenta los pacientes excluidos en el estudio (casualmente los más graves) y si a ésto añadimos el gasto total (que me supongo muy elevado) y el coste de oportunidad de otras inversiones en el área de la cardiopatía isquémica (p.e. prevención primaria), nos encontramos con un panorama nada claro. Mas bien parece que se fuerza un resultado espectacular de una gran inversión económica. En justicia podría concluirse que: el uso de la ACP primaria reduce la tasa de reinfarto a los 30 días desde el 6,3 al 1%, siendo necesarios 22 intervenciones para evitar un reinfarto a los 30 días. Todas las demás conclusiones parecen el resultado de ingeniería estadística de mayor o menor finura.

Espero que resulte de utilidad y de reflexión. Un saludo

Mariano Martínez Fresneda
Coordinador de Calidad
Servicio de Medicina Intensiva H.U. Arrixaca
Murcia, España

©REMI, http://remi.uninet.edu. Mayo
2002.

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Palabras clave: Intervención coronaria percutánea, Stent coronario, Angioplastia coronaria, Fibrinolisis, rTPA, Tratamiento.

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Revista Electrónica de Medicina Intensiva
Editorial nº 10. Vol 2 nº 5, mayo 2002.
Autor: Jaime Latour Pérez

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Sobre el uso de resultados clínicos agregados en los ensayos clínicos

Para que sean útiles al clínico, los ensayos clínicos aleatorizados (ECA) deben medir “verdaderos outcomes” (1), es decir, resultados clínicos directamente relevantes para el paciente. Los ECA con resultados intermedios (como la reducción de niveles de colesterol, la mejoría del  gradiente alveolo-arterial de O2 o la tasa de revascularizaciones) pueden tener un gran interés para el científico interesado en la ampliación de conocimientos, pero son poco útiles para la toma de decisiones en clínica. Desde la perspectiva del clínico, la decisión de aplicar una intervención debe apoyarse idealmente en evidencias científicas que demuestren que la intervención mejora su supervivencia y/o calidad de vida.

Recientemente se está extendiendo en los ECA el uso de resultados clínicos agregados (composite endpoints). Por ejemplo, en los estudios sobre la efectividad de los antiplaquetarios en pacientes con síndrome coronario agudo se ha consolidado como resultado clínico primario la aparición de “muerte o infarto no letal” a los 30 días. En gran medida, la moda de estos resultados agregados obedece a razones estadísticas. En efecto, los nuevos fármacos se deben comparar con estrategias que previamente habían demostrado ser efectivas, de forma que el beneficio marginal de las nuevas estrategias suele ser decreciente. Esta situación dificulta la posibilidad de detectar diferencias estadísticamente significativas a partir de resultados clínicos tradicionales como la mortalidad. Como ejemplo, supongamos que se dispone de un nuevo tratamiento potencialmente útil en pacientes con síndrome coronario agudo sin elevación de ST, que esperamos que reduzca la mortalidad en un 15%; asumiendo una mortalidad en el grupo control del 3%, con los niveles de error habituales (alfa de 5%, poder estadístico del 80%), necesitaríamos reclutar a 20.914 pacientes por grupo. En cambio, si usamos como resultado clínico la aparición de muerte o infarto no letal, que estimamos que se da en el 12% de los pacientes del grupo control, y manteniendo el resto de los parámetros fijos, el tamaño de la muestra se reduce a 4.780 pacientes por grupo.

Al lado de sus evidentes ventajas desde el punto de vista estadístico, el uso de resultados clínicos agregados plantea ciertas dificultades. Una de las mayores es el significado clínico impreciso de estos resultados, que limita su utilidad para la toma de decisiones. Por ejemplo, en el estudio PURSUIT (2) (un ECA de eptifibatide en pacientes con síndrome coronario agudo sin elevación de ST tratados médicamente) el grupo experimental presentaba un menor riesgo de muerte o infarto a los 30 días (número necesario a tratar = 67), pero un mayor riesgo de hemorragias moderadas-severas (número necesario para perjudicar  = 32), de forma que por cada evento cardiovascular (muerte o infarto) evitado se provocaban 2 hemorragias que necesitaron trasfusión. La ya de por sí difícil tarea de sopesar riesgos (hemorragias provocadas por el tratamiento) y beneficios (muertes e infartos evitados), se complica notablemente cuando el beneficio se expresa de forma agregada. En condiciones ideales, el clínico puede tomar en cuenta las preferencias del enfermo y estimar la utilidad de una hemorragia severa, de un reinfarto no letal o de una muerte súbita. Pero ¿cuál es la utilidad de una “muerte o infarto no letal”?.

Este problema se ha intentado abordar mediante la estimación de la utilidad de cada resultado clínico individual y la ulterior ponderación de las frecuencias relativas de los eventos, para reconstruir la utilidad global del resultado clínico compuesto (3), (4) . El problema de este abordaje es que esa ponderación se suele apoyar en estimaciones poco precisas, es decir, con grandes intervalos de confianza. Dado que esa falta de precisión es, precisamente, la razón fundamental por la que se elige el resultado clínico agregado, este abordaje implica un cierto grado de pensamiento circular.

Junto a estas dificultades, el uso de resultados agregados supone en ocasiones una ventaja para la estimación del riesgo-beneficio de una intervención.  Por ejemplo, el resultado primario del estudio DANAMI-2 (5) (un ECA que comparaba fibrinolisis frente a ICP+Stent en pacientes con síndrome coronario agudo con ST elevado) era la aparición de muerte, reinfarto o ictus discapacitante a los 30 días. Al margen de su nula coherencia biológica, la inclusión en un solo resultado clínico de todos los eventos desfavorables (tanto los evitados por el tratamiento como los producidos por éste) permite el cálculo rápido del número necesario a tratar para evitar un “evento desfavorable” y, en consecuencia, una valoración casi instantánea de la relación de riesgo/beneficio.

Por último, el uso de resultados clínicos agregados suscita el problema de cómo se deben analizar e interpretar los resultados: ¿Es adecuado examinar el efecto de la intervención sobre cada uno de los componentes del outcome agregado? Y, en caso de que el efecto de la intervención sobre cada una de las variables incluidas en el outcome agregado sea diferente, ¿a quien debemos prestar más atención: al efecto combinado o a los efectos sobre cada variable individual?. Para discutir este punto nos basaremos nuevamente en el estudio DANAMI-2. En este estudio, la incidencia combinada de eventos adversos graves a los 30 días fue mayor en el grupo tratado con fibrinolisis que en el grupo tratado con ICP (13,7% frente a 8%; p = 0,0003). Sin embargo, esta diferencia se debió en su mayor parte a la reducción del riesgo de reinfarto en el grupo experimental (6,3% frente al 1,6%, p< 0,0001), sin que hubiera diferencias significativas en la mortalidad o en la aparición de ictus discapacitante. ¿Es legítimo afirmar que la ICP reduce el outcome combinado o debemos concluir que la ICP simplemente reduce  la incidencia de reinfarto?.

El principal problema de analizar los diferentes outcomes por separado radica en que se distorsiona la significación estadística. En efecto, un ECA se diseña para averiguar el efecto de la intervención sobre un resultado clínico primario. Por definición, si la intervención no es efectiva y se realiza un solo contraste de hipótesis la probabilidad de obtener un resultado estadísticamente significativo es del 5%. Si en lugar de un solo resultado clínico examinamos múltiples resultados, la probabilidad de que alguno de ellos sea significativo por azar aumenta. En el estudio DANAMI-2, el resultado primario es el resultado clínico agregado; el riesgo de reinfarto debería considerarse como un resultado secundario. En consecuencia, el hallazgo de una reducción del riesgo de reinfarto debería examinarse con precaución y, más que como un resultado concluyente, habría que considerarlo como una pista a evaluar en estudios ulteriores. Por otra parte, tal como se ha dicho más arriba, el ECA tiene escasa potencia estadística para detectar efectos en cada uno de los resultados individuales. Por ello, el hecho de que un resultado clínico individual (como la letalidad o la incidencia de ictus discapacitante) no sea estadísticamente significativo, puede ser debido a un error de tipo II. Por todo ello, la conclusión más prudente sería, probablemente, afirmar que la ICP reduce el riesgo combinado de muerte, infarto o ictus discapacitante; si bien este efecto parece debido en gran medida a la reducción del riesgo de reinfarto.

Referencias:

  1. Gross R. Decisions and evidence in medical practice. Applying evidence-based medicine to clinical decision making. S. Luis: Mosby, 2001.
  2. The PURSUIT Trial investigators. Inhibition of platelet glycoprotein IIb/IIIa with eptifibatide in patients with acute coronary syndromes. N Engl J Med 1998; 339: 436-443. [Resumen Medline] [Texto completo]
  3. Guyatt GH, Sackett DL, Sinclair JC, Hayward R, Cook DJ, Cook RJ. Users' guides to the medical literature. IX. A method for grading health care recommendations. Evidence-Based Medicine Working Group. JAMA 1995; 274: 1800-1804. [Artículos relacionados Medline]
  4. Latour-Perez J.  Using glycoprotein IIb/IIIa in acute coronary syndrome: weighing the risks and benefits. Ann Pharmacother 2001; 35: 472-479. [Resumen Medline]
  5. DANAMI-2 (vínculo comprobado el 22 de mayo de 2002).

Jaime Latour Pérez
Servicio de Medicina Intensiva
Hospital General Universitario de Elche, España
©REMI, http://remi.uninet.edu . Mayo 2002.

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Artículos relacionados en REMI:

Palabras clave: Ensayos clínicos, Resultados agregados.

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Revista Electrónica de Medicina Intensiva
Editorial nº 11. Vol 2 nº 5, mayo 2002.
Autor: Mariano Martínez Fresneda

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Acerca del DANAMI-2. Utilización práctica de los ensayos clínicos

Ante todo deseo dar las gracias al Dr. Jaime Latour Pérez por su excelente aclaración sobre la estadística de los ensayos clínicos. He comprobado su exactitud, veracidad y ponderación, pero mis dudas, desafortunadamente, han quedado sin resolver.

En primer lugar, y como médico práctico, no me ha resuelto la duda de cual es la mejor estrategia para mis pacientes. La mejor, en mi opinión, sería la que maximice el beneficio en términos de mortalidad y discapacidad, junto con la que minimice los costes. Como médico estoy éticamente comprometido con la distribución justa de los recursos sanitarios. Es decir, deben existir recursos para que todos mis pacientes tengan igualdad de oportunidades, y para favorecer más a aquellos más desfavorecidos por la vida (1). Este sentido de la eficiencia unida a la equidad me parecería la mas adecuada al entorno de demandas crecientes vs. presupuestos limitados en que vivimos, sobre todo en las UCIs.

Por consiguiente tampoco me ha resuelto la siguiente duda: Si nos encontramos en la zona de beneficios marginales (ya hay terapias eficaces). ¿Porqué  tendrían que invertirse enormes cantidades de “esfuerzo” en apurar el fondo de la evidencia científica para demostrar la eficacia de una terapia; usando, además, estadísticas de alto nivel, complejidad y dificultad de interpretación?. ¿ Es que las oportunidades de mejora en el ámbito de la cardiopatía isquémica se han acabado?. Me pregunto si el correcto control de los factores de riesgo, e incluso la rehabilitación cardiaca tras un infarto, no mejorarían en varias decenas de puntos, la cantidad y la calidad de vida de mis pacientes.

Por otro lado, al leer un reciente trabajo sobre el mismo tema en JAMA (2), que casualmente llega a las mismas conclusiones, y sobre todo, al leer las corolarios, las opiniones y los resúmenes que se hacen (3), podría deducirse que estamos siendo sometidos a una manipulación estadística. Es decir, que bajo el paraguas de precisar enormes cantidades de pacientes para demostrar beneficios, se usan los resultados agregados. En el tema que nos ocupa, casi siempre suelen introducir la mortalidad y el ictus discapacitante (los resultados de mayor valor biológico), y casi siempre fracasan en demostrar beneficios en éstos, justamente los que encierran mayor interés para mis pacientes. Para ello se me propone una tecnología enormemente costosa (conviene no olvidar que en nuestro modelo sanitario la mayor parte de los costes son fijos o “cuasi fijos”), de difícil organización y complejidad, y que, casualmente, favorece intereses muy centrados en determinadas industrias. Mas bien parece que se está tomando “el rábano por la hojas”, y nos están obligando a invertir allí donde los resultados tienen menos valor para el paciente, más valor para una determinada industria y un enorme coste de oportunidad para el sistema sanitario y la población. No deseo olvidar que ningún estudio no randomizado (es decir, más centrado en la realidad clínica de la efectividad, no en la eficacia investigadora) ha demostrado mejoras en la supervivencia con esta técnica de reperfusión. En mi propia experiencia, un control anual desde hace más de 5 años, que incluye a más de 1000 pacientes, no ha mostrado beneficios frente al histórico en los pacientes tratados en mi hospital, pero ha incrementado los costes asociados en muchos millones de pesetas.

En el sentido más arriba expresado, como médico, no puedo renunciar a ninguna tecnología que demostradamente mejore la cantidad y calidad de vida de mis pacientes, pero he de ser muy juicioso en el uso de aquéllas que, con un coste muy elevado, solo mejoren algún aspecto intermedio de las mismas.
Por último aclarar que las dificultades del avance de la ciencia son de gran magnitud, que precisan inversiones muy costosas y que debemos mantener nuestra mente abierta a las innovaciones, pero postergar el verdadero interés de hacer lo mejor posible por nuestros pacientes, todos nuestros pacientes, a veces complica las decisiones y nos puede llevar a la renuncia de la técnica de última generación.

Bibliografía:

  1. Rawls J. Sobre las libertades. Paidos. Barcelona 1990.
  2. Aversano T, Aversano LT, Passamani E, Knatterud GL, Terrin ML, Williams DO, Forman SA; Atlantic Cardiovascular Patient Outcomes Research Team (C-PORT). Thrombolytic Therapy vs Primary Percutaneous Intervention for Myocardial Infarction in Patients Presenting to Hospital Without On-site Cardiac Surgery. A Randomized Controlled Trial. JAMA 2002; 287: 1943-1951. [Resumen Medline]
  3. Palencia E. El stent, superior a la angioplastia coronaria en el infarto agudo de miocardio. REMI 2002; 2 (4): 351.

Mariano Martínez Fresneda
Coordinador de Calidad. Medico Adjunto de UCI
Hospital Universitario Virgen de la Arrixaca. Murcia. España
©REMI, http://remi.uninet.edu. Mayo 2002.

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última modificación: 01/07/2007