ISSN: 1578-7710

  Carl David Friedrich
 

 

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Revista Electrónica de Medicina Intensiva
Arte nº 8. Vol 3 nº 8, agosto 2003.
Autor: Beatriz Sánchez Artola

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Monje a la orilla del mar
Carl David Friedrich. 1774, Greifswald – 1840, Dresde. Monje a la orilla del mar (1809-1810). Nationalgalerie, Berlin. Oleo sobre lienzo 110 x 171,5 cm.


Friedrich es el extraordinario pintor de paisajes solitarios, nocturnos y fríos, a veces sombríos y casi siempre melancólicos; de ruinas misteriosas; de barcos naufragados de una manera desesperanzada, irremediable, sin siquiera el atisbo de lucha que puede apreciarse en el impresionante cuadro de su contemporáneo Géricault. Muchas de sus escenas pueden resultar tenebrosas, aunque sólo unas cuantas, las llamadas góticas, podrían parecer morbosas. Es cierto que con algunas se experimenta ansiedad e incluso angustia, como aquellas en que alude a la anticipación de su propia muerte o las que pinta viviendo o rememorando momentos de gran tensión emocional (muerte de su hermano, ahogado mientras le salvaba; desilusiones políticas; crisis de fe…), pero la mayoría transmiten quietud y fascinación, un estado de suspensión ante la grandeza del entorno.

Uno de los aspectos de su obra que más atraen es la sensación de que en sus cuadros la vista se perdería para siempre en la horizontalidad infinita de la naturaleza; en mares, campos y cielos sin margen alguno. Pero Friedrich no nos deja totalmente suspendidos, al aligerar la infinitud de sus paisajes magistralmente. No lo hace con lindes, sino con la verticalidad de las puertas que esperan a la entrada de los cementerios, de los árboles testigos únicos de la soledad, de los mástiles de los barcos que se alejan o de las cruces erguidas; elementos todos forjados de forma mayestática, pero que en cierto modo alivian el sentimiento de vértigo o de pérdida.

Todos sus lienzos son deslumbrantes por muchas razones, tanto técnicas como “sensoriales”. El monje junto al mar, uno de los más apreciados, sorprendió notablemente por la ruptura con los conceptos contemporáneos de la perspectiva; no la utiliza y la profundidad, muy ligera, la logra mediante la aposición de planos con un fuerte contraste: una delgada franja de tierra elevada y clara, un mar de un negro profundo y un inmenso cielo nublado, sólo penetrado por unas pocas gaviotas y aún más inquietante que las insondables aguas. Creo que al verlo por primera vez sentí desconcierto y opresión a partes iguales; para mí es éste, y no sus cementerios o abadías derruidas, el espacio que sobrecoge y angustia. Su esquema distributivo de horizontalidad/verticalidad a punto está de desvanecerse, pues la composición es extremadamente austera y sólo una minúscula figura, apenas perceptible, se opone sin éxito a la horizontalidad inagotable. Algunos expertos han sugerido que podría tratarse del mismo Friedrich, aunque la realidad es que en sus lienzos, la identificación de esa persona no es relevante; podría ser cualquiera, un espectador que ante la inmensidad inabarcable de la naturaleza toma conciencia de su propia pequeñez. Nuestro autor sitúa al ser humano en un reducido lugar en el universo de sus telas y prácticamente siempre, en posición de espaldas o en escorzo, de manera que no distinguimos sus rasgos.

El romántico alemán sufrió, según se desprenden de los testimonios propios y de personas de su entorno, una enfermedad neurológica. Existen alusiones en cartas de amigos a uno o varios episodios de “apoplejía”. Aparte de un supuesto intento de suicidio, hay alguna referencia a un trastorno depresivo, a cambios de conducta, con accesos de ira e incluso episodios aislados de celotipia. El inicio de su decadencia física suele fecharse en 1824. Él mismo alude muy discretamente a su salud en una carta dirigida a sus tres hermanos y fechada el 21 de octubre de 1825, escribiendo que “desde hace algún tiempo me vengo sintiendo mal; pero desde ayer la enfermedad parece emprender la retirada…”.

Su actividad se ralentiza progresivamente, si bien aún inicia o continúa alguna obra maestra. En fuentes indirectas se cita el 26 de junio de 1835 como la fecha del primer ictus, que cursó con hemiparesia o hemiplejia derecha. Descansó un tiempo en el balneario de Teplitz, pero a partir de ese momento se dedica casi exclusivamente a dibujar, ya que pintar al óleo era casi un imposible. Aparte del déficit motor y de esos posibles cambios en la esfera psíquica, no hay descripciones adicionales sobre la enfermedad ni nada que oriente a la etiología. No podemos hacer sino especulaciones sobre si los comentarios se acercan a la realidad o son interpretaciones erróneas de sus conocidos. Se suele referir que en 1940 sufrió otro posible ictus. Desconocemos si se trataba de una enfermedad cerebrovascular, o una meningoencefalitis crónica con deterioro cognitivo asociado, o si padeció una enfermedad psiquiátrica independiente o si sus cambios de carácter eran sólo una reacción frente a la enfermedad. Fuera lo que fuese hizo su vida muy difícil durante muchos años, en los que pasó por dificultades económicas.

Enlaces y bibliografía:

  • Caspar David Friedrich. Imágenes: 29 reproducciones de sus cuadros. [www.robert-morten.de]

  • Caspar David Friedrich. Imágenes: 14 reproducciones de sus obras. [CGFA]

  • Caspar David Friedrich. El paisaje como lenguaje. The Rolland Collection of Films and Videos on art. Formato: .ram. Idioma: inglés. Duración: 25 min. [Enlace]

  • Caspar David Friedrich. Presentado por William Vaughan. The Rolland Collection of Films and Videos on art. Formato: .ram. Idioma: inglés. Duración: 25 min. [Enlace]

  • Joseph Leo Koerner: Caspar David Friedrich and the subject of landscape. New Haven: Yale University Press, 1990.

  • Werner Hofmann. Caspar David Friedrich. Londres: Thames & Hudson, 2001.

Beatriz Sánchez Artola
©REMI, http://remi.uninet.edu. Agosto 2003.

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última modificación: 01/07/2007