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¿Debe desaparecer la especialidad de Medicina Intensiva?
Evidentemente, no. Los especialistas
en Medicina Intensiva son absolutamente esenciales para atender al
enfermo crítico, y tienen, junto al resto de las especialidades, un
papel protagonista para satisfacer con las máximas garantías las
necesidades sanitarias de la población. Las tareas del intensivista
exigen un conjunto de conocimientos y habilidades que no se adquieren
si no es por medio de un programa de formación específico. Por eso
somos una especialidad desde hace 30 años, durante los cuales se han
formado miles de profesionales altamente cualificados: los
profesionales del enfermo crítico.
En
los últimos meses se ha vuelto a poner en cuestión esta realidad tan
elemental con la creación, a instancias del Ministerio de Sanidad y
Consumo, de una comisión paritaria entre anestesiólogos e intensivistas
que ha recibido el encargo de discutir la fusión de ambas
especialidades en una sola. En la práctica, dicho proyecto de fusión
supondría, simple y llanamente, la desaparición de la especialidad de
Medicina Intensiva, y su integración dentro de la especialidad de
Anestesiología y Reanimación; se ha propuesto ya un nombre para esta
nueva especialidad “dos en uno”: “Anestesiología y Medicina Crítica”.
Estos campeones de la medicina adquirirían en un solo periodo de
formación todos los conocimientos y habilidades que ahora se adquieren
en dos programas de formación que son completamente diferentes, y
atenderían simultáneamente las UCIS y los quirófanos.
La
mera existencia de esta comisión, creada no se sabe por qué, aunque sí
para qué, es una anomalía inexplicable, y solo cabe oponerse a ella
enérgicamente y pedir su desaparición. Su creación se ha llevado a cabo
sin consultar con las sociedades científicas ni las comisiones
nacionales de ambas especialidades. No se han contestado los
requerimientos realizados desde la SEMICYUC.
Sus miembros, elegidos por libre designación, no actúan en
representación de nadie, y la composición de la comisión no refleja el
conjunto de ninguna de las dos especialidades. Se pretende que sus
integrantes lleguen (este mismo mes) a un acuerdo, y presenten un
programa de formación único; no parece por tanto que se permita otra
opción ni se contemple otra posibilidad que no sea imponer la fusión.
El encargo que se le ha dado contrasta abiertamente con el espíritu y
la letra de la LOPS, la Ley de Ordenación de las Profesiones
Sanitarias, que promueve el desarrollo de un sistema troncal de
especialidades médicas. Los promotores de esta comisión no se plantean
una troncalidad, sino una especialidad mutante que abarque ambas
especialidades, lo que supondría en la práctica la creación de un nuevo
concepto: la ESPECIALIDAD DOBLE.
Rechazamos
esa imposición, por descabellada y antidemocrática. Es evidente que,
para mantener dentro del programa formativo de esos superprofesionales
todos los conocimientos que ahora se adquieren por separado, se
necesitaría un número de años mayor, como mínimo de siete u ocho, lo
que es absolutamente inviable, y pretender hacerlo en menos tiempo
supondría rebajar gravemente los contenidos formativos de ambas
especialidades, con lo que en realidad estaríamos creando una
INFRAESPECIALIDAD de profesionales mediocres, tanto para la práctica de
la Anestesiología como de la Medicina Intensiva.
El conjunto de competencias que debe reunir el intensivista ha sido definido por la Sociedad Europea de Medicina Intensiva (“European Society of Intensive Care Medicine”) en el proyecto “Cobatrice”.
Dichas competencias no se adquieren en un cursillo acelerado, ni
añadiendo con calzador una rotación de seis meses en el programa de
otras especialidades, ni con órdenes ministeriales, sino que requieren
de un programa formativo completo. En España, este programa formativo
es el de la especialidad de Medicina Intensiva, que durante cinco años
sienta las bases para el ejercicio profesional de la Medicina
Intensiva. Y ninguna otra especialidad médica incluye en su programa
formativo, ni de lejos, ese conjunto de conocimientos y habilidades
necesario para ejercerla. Es así de sencillo.
La
especialidad de Medicina Intensiva tiene su sitio dentro de un sistema
troncular de especialidades médicas, y su ubicación natural es el
tronco de la Medicina Interna, donde, tras un periodo de formación
común, quien lo deseara progresaría a la especialización en Medicina
Intensiva. Desde la especialidad de Anestesiología, como también desde
otras especialidades, se podría además facilitar el acceso a la
especialidad de Medicina Intensiva tras un programa de formación
específico adicional de dos años, realizado en un Servicio de Medicina
Intensiva acreditado para ello; este sistema de “puentes” entre
especialidades también está contemplado en la LOPS, es razonable y
versátil, puede servir para paliar las necesidades de algunos
especialistas sin merma de la calidad asistencial, y puede también
favorecer las expectativas de muchos profesionales. Por supuesto, estos
puentes entre especialidades deberían ser bidireccionales, facilitando
el paso en ambos sentidos, y no en uno solo.
Por
último, la dedicación a la Medicina Intensiva no puede ser a tiempo
parcial, en los ratos libres que te deje el quirófano o cualquier otra
actividad, sino que solo se puede ejercer con garantías por el
intensivista, proceda de donde proceda, que recibe formación continuada
y ejerce su actividad profesional en este campo de la medicina. Lo
contrario sería sencilla y llanamente una estafa para los ciudadanos,
que exigen competencia profesional y no mediocridad.
Eduardo Palencia Herrejón
Jefe de Sección, Servicio de Medicina Intensiva
Hospital General Universitario Gregorio Marañón, Madrid
Director de la Revista Electrónica de Medicina Intensiva
Vicesecretario de la SEMICYUC
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