Publicaciones médicas en época de conflictos. ¿qué grado de implicación?
Un editorial reciente de la revista Lancet se titula:
"¿qué puede hacer el director de una revista médica en tiempos de guerra?"
("What can medical journal editors do in war?"). Los autores, un
matrimonio croata, narran las vicisitudes que sufrió la revista cuya
gestación coincidió con el inicio de la guerra serbio-croata de principios de los 90,
cómo su revista se impregnó de la guerra y se transformó por ella.
Los acontecimientos recientes nos hacen sin duda
reflexionar a todos. ¿qué opinión tenemos sobre esta guerra? ¿o sobre las
guerras en general? ¿puede decirse que hay una guerra justa?. ¿debemos
hacer algo?. En estos
tiempos de acción las palabras pierden significado. Las palabras son más
manipulables que las imágenes. Oímos hablar de guerra humanitaria, de
guerra liberadora, pero la realidad es muy otra, es destrucción,
sufrimiento, muerte, dolor, todos ellos de una intensidad inimaginable
para nosotros.
Estamos lejos, posiblemente a salvo, y percibimos solo
una pequeña porción de la terrible realidad que supone una guerra para
quienes la sufren. La muerte, la destrucción y el sufrimiento que produce
la guerra deben ser de una magnitud muy superior a lo que podamos
imaginar.
En el número monográfico antes mencionado de Lancet (de
diciembre de 2002) se incluyen comentarios sobre distintos aspectos
relacionados con las consecuencias para la salud de la guerra, de las
guerras. El poso que queda al leer este suplemento es que no hay guerra,
al menos tal como nos la presentan, sino guerra sucia: uso del agua como arma, bombas con uranio empobrecido
que penetran en los búnqueres, para que nadie pueda escapar, y dejan
contaminación duradera, destrucción de hospitales, secuelas respiratorias
y psicológicas terribles de los que para las frías estadísticas se
consideran supervivientes "ilesos", desplazamientos, refugiados, epidemias,
hambre, mortalidad infantil... La guerra es irracional, y toda reflexión
sobre ella, sobre sus consecuencias, choca con la terrible realidad:
muerte, destrucción, y sufrimiento provocados de manera intencionada
para rendir y dejar inerme y moribundo al contrario. Solo entonces, quizá,
le concedamos el perdón, a cambio de una larga y dolorosa penitencia, de
un país sembrado de cadáveres y sin futuro, y de unos sustanciosos
beneficios para los vencedores.
En situaciones extremas, como la guerra, es imposible no tomar partido;
el hombre es político por naturaleza, y esto trasciende la afiliación a
partidos o ideologías. La Revista Electrónica de Medicina Intensiva toma
partido, como no puede ser de otra manera, contra la guerra, contra las
violaciones que se producen en ella, cada día, con cada acción armada, contra la vida y la salud de los seres
humanos, contra la despiadada y sistemática inhumanidad de la guerra.
Esta guerra no es un videojuego. Las noticias llegan
día a día, las imágenes que han escapado a la censura hablan de forma muda
y descarnada de la realidad. Esta guerra asimétrica, en la que unos ponen
las balas y otros los muertos, es inmoral:
-
El aniquilamiento de gran número de seres humanos.
-
Los bombardeos masivos sobre las ciudades.
-
El uso de armas de destrucción indiscriminada, como
las bombas en racimo y las bombas de uranio empobrecido.
-
El uso de armas de destrucción masiva, con una
potencia destructiva nunca conocida hasta ahora.
-
La destrucción de objetivos civiles. La consideración
de ciudades superpobladas, llenas de civiles indefensos, como "objetivo
militar legítimo".
-
La destrucción de infraestructuras básicas para una
sociedad, como son los transportes y las comunicaciones.
-
La interrupción de los suministros básicos a
poblaciones: agua, alimentos, electricidad, medicinas.
-
La distribución de "ayuda humanitaria" por parte del
ejército que ha creado su necesidad; esta ayuda no es solo un sarcasmo;
es siempre selectiva, arbitraria, insuficiente y atendiendo a la lógica y los intereses
de la guerra.
Todas estas acciones inmorales están
siendo cometidas por los ejércitos estadounidense y británico; no están
luchando contra un dictador; lo que han
atacado y están destruyendo es un país de 25 millones de habitantes, la
mayoría de los cuales no conoce la paz (más del 50% de los habitantes de
Irak tiene menos de 18 años). ¿podemos acaso imaginarnos a nosotros mismos y a
nuestros hijos
sin comida, sin agua, sin hogar, oyendo las detonaciones, viendo nuestro
mundo, nuestra cultura destruidos, perdiendo a nuestros seres queridos?. La labor del médico no puede quedar en recoger los despojos de
los cadáveres humeantes, en tratar las epidemias provocadas de forma
prácticamente voluntaria y premeditada por quienes quieren acabar con la
resistencia de aquéllos a quienes han declarado enemigos, buscando la
capitulación de ciudades pobladas por más de un millón de habitantes, como
Basora, por hambre, sed y enfermedad. Es necesario denunciar desde
cualquier foro esta situación, evitar que se mantenga ni un solo día más,
lo que significa necesariamente que hay que denunciarla todos y cada uno
de los días, mientras dure.
Las atrocidades de esta guerra están
siendo denunciadas bastante claramente por organismos internacionales y ONG, como
las Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud, UNICEF, Cruz
Roja Internacional, Médicos sin Fronteras, Médicos del Mundo, etc. Se
han podido leer las noticias en cualquier periódico. Todo en
vano. No pararán hasta ver cumplido su objetivo. Seremos cada vez más
incapaces de calibrar el sufrimiento que esta decisión irrevocable de
dominar al "enemigo" provocará en millones de personas. El mundo cada día
de guerra, cada día de ocupación, es un mundo peor.
Eduardo Palencia Herrejón
©REMI,
http://remi.uninet.edu. Abril 2003.
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Abril 2003.
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