ISSN: 1578-7710

  Caso problema nº 2
 

 

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Revista Electrónica de Medicina Intensiva
Caso problema nº 2. Vol 3 nº 11, nov 2003.

Presentación: Eduardo Palencia Herrejón

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Limitación del esfuerzo terapéutico requerida por los familiares: segunda parte
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Sepsis meningocócica en una mujer joven con gangrena de las cuatro extremidades


Segunda parte: cuestionando la decisión: [Eduardo Palencia Herrejón]
Comentarios recibidos:
[Jesús López-Herce Cid] [Miguel Angel González Gallego] [Angel Quel Benedicto] [Ramón Díaz-Alersi] [Beatriz Sánchez Artola] [Luis Nuño Gil] [Ángel Robles]


Comentario: Eduardo Palencia Herrejón

Aparentemente se hicieron las cosas de modo "correcto". Pero la verdad es que el mero hecho de que exista un modo "correcto" de hacer "estas cosas" deja una sensación indefinida de malestar. ¿todo consiste en aplicar los manuales al uso, del mismo modo que para tratar un edema de pulmón o una neumonía?. Todo se convierte en un trámite: la familia manifiesta su deseo de que su hija muera ("es lo que ella querría"), el comité de ética dicta que hay que respetar la autonomía del enfermo o sus representantes, y punto. Esa es la solución a todos los problemas de esta naturaleza, usemos los adornos que queramos.

Ha habido hasta ahora once comentarios al caso presentado, y, en general, muestran conformidad con cómo se resolvió el problema, aunque se han señalado algunos puntos de interés: ¿cuánto de vinculante se debe considerar el "dictamen" del comité de ética?. Efectivamente, éste no es vinculante, pero parece razonable, cuando no hay unanimidad, como no la había en este caso, y ya que se les consulta, llegar a un acuerdo previo, porque es necesario tomar una decisión, la que sea. También se ha señalado que no se contó con la opinión de la enferma, que todo se decidió sin su participación directa.

... y sin embargo...

Los padres, representantes legales de la chica, no quisieron autorizar la amputación, las amputaciones. Dijeron que ella no querría. Pero no le preguntamos a ella. Estuvo sedada todo el tiempo, ¿qué había que hacer, suspender la sedación, mientras permanecía intubada, en hemodiálisis continua, para pedirle que nos dejara cortarle piernas y brazos?. ¿Es eso lo correcto? ¿y qué valor habríamos de dar a su respuesta?. Pero lo contrario supuso decidir sobre su vida y su muerte. Una decisión colegiada, consensuada, refrendada... Cuando se cumplen tantos requisitos es posible que la razón sea que queremos autoconvencernos de que estamos haciendo lo correcto. El caso es que se tomó una de las dos decisiones posibles, no sé si la mejor o la peor, pero sí la que era irreversible.

Alguien dirá: "las amputaciones también son irreversibles". Desde luego, pero eran la única opción que permitía ganar tiempo. Si verdaderamente quería morir, podría hacerlo más adelante; para morir siempre hay tiempo. Si uno decide morir tiene que estar seguro, completamente seguro, ¿no?. Hablamos de autonomía, pero tengamos claro qué significa eso, en qué condiciones se produce una decisión que, en condiciones teóricas, ideales, debería ser autónoma: informada, consciente, serena, firme. En este caso además no se trata de autonomía para decidir tal o cual exploración, tal o cual tratamiento, para asumir riesgos y sopesar beneficios; significa autonomía para morir. ¿puede un familiar llegar a tener capacidad de decisión por otra persona hasta ese extremo?. Bien, supongamos que sí. ¿eso significa que se nos puede dictar que paremos el reloj? ¿por qué no lo hace él, unos días o semanas más adelante, en su casa?. Por ejemplo: administrando sedantes y analgésicos y suspendiendo cualquier medicación prescrita, la alimentación y la hidratación, solo o con la ayuda de algún profesional que acceda a cuidar de la persona que va a morir. Porque la paciente podría haber vivido, de continuar los cuidados, hasta el punto de que ella y la familia se enfrentaran al problema en circunstancias distintas.

¿Y si hubiéramos podido despertarle y preguntarle a ella misma? ¿es esa persona competente para decidir, en un momento de tensión extraordinario que no quiere las amputaciones, que prefiere morir? ¿haríamos una valoración psiquiátrica, para descartar el delirio, una valoración psicológica? ¿de qué tipo?. ¿es definitiva su decisión, su primera decisión?. ¿o debemos darle un margen de tiempo para que lo piense, lo medite? ¿cuánto tiempo? ¿y mientras, qué hacemos?.

¿Y los familiares? ¿son capaces? ¿no están pasando igualmente por una situación de estrés enorme al que quizá no puedan enfrentarse con lucidez? ¿habría que hacerles también a ellos la evaluación psiquiátrica y psicológica?.

No estábamos de acuerdo todos los miembros del servicio en lo que se debía hacer, en lo que era más correcto. A medida que la decisión final iba estando más clara, yo me iba polarizando en contra de ella. En la reunión con el comité de ética expuse mi punto de vista, basado en mi propia experiencia. Hace ya bastante tiempo trabajé en el Hospital de Parapléjicos de Toledo, y de esos casi dos años lo que más me impactó fue el instinto de supervivencia, las ganas de vivir, de unos enfermos cuya calidad de vida todos catalogaríamos de pésima, de una vida que todos diríamos que no merece la pena vivir. De hecho, utilicé ese mismo argumento ante el comité: tras las amputaciones, ella no iba a estar más minusválida que un tetrapléjico, y la mayoría de los tetrapléjicos, después de una primera etapa de depresión eligen vivir. Los lesionados medulares al principio no suelen darse cuenta de su situación; es la fase de rechazo, común a otras situaciones traumáticas. Cuando saben que su parálisis es definitiva pasan por una terrible depresión; pero, pasado un tiempo, casi siempre la superan, la puede el instinto de vivir. Supongo que una persona con déficits graves y definitivos se "hace" a la nueva situación, y sigue deseando vivir. Su nueva vida es muy distinta de la anterior, se trata de personas dependientes para muchas de las actividades básicas de su vida. Pero, con el soporte adecuado, incluso esa vida dependiente y con minusvalías graves, sigue mereciendo la pena vivirse para la mayoría: ver a sus hijos o a sus nietos crecer, escuchar música, ver la tele, qué sé yo. Pero la gran mayoría quieren seguir viviendo, a pesar de todos los pesares, y sospecho que no consiguen un grado de felicidad menor que el que podamos tener cualquiera de los que andamos y nos vestimos por nosotros mismos. Lo mismo ocurre con los enfermos oncológicos, que se someten a tratamientos durísimos, aferrándose a la esperanza, negando la desesperanza. Es un hecho empírico que, cuando nos toca vivir el dolor, la discapacidad, el sufrimiento, casi siempre los seres humanos elegimos vivir, a costa de lo que sea. A pesar de que, cuando no nos toca vivir esas situaciones, se nos llena a todos la boca de palabras "valientes": "yo quiero saberlo", "yo no quiero pasar por ésto, a mí me desconectáis".

Tengo bien presente también a aquél hombre, sesentón, con un enfisema muy evolucionado. Cuando bajé a urgencias estaba muy disneico; le dije que tendría que ingresar en la UVI, que probablemente necesitaría intubación. Y me contestó con firmeza: había pasado ya por esa experiencia varios años atrás, y no quería volver a sufrirla, lo había pasado muy mal. Lo había pensado muchas veces, incluso lo había hablado con su familia, y, sin ningún genero de dudas, prefería morir antes que volver a estar conectado a un respirador. Yo le ví tan decidido, con las cosas tan claras, que no fui capaz de intentar convencerle, solo le advertí que, en ese caso, probablemente le quedaban pocas horas de vida, y que si cambiaba de opinión, o pensaba que yo podía prestarle cualquier tipo de ayuda me avisara... pasaron muy pocos minutos cuando me volvieron a llamar de urgencias, el hombre había cambiado de opinión, le subí y le intubé (y, aunque ésto ahora es anecdótico, tras un periodo corto de ventilación mecánica se pudo extubar y trasladar a planta). Aquel hombre, con las ideas tan claras, en muy pocos minutos, cuando vio que la muerte estaba allí mismo, frente a él, olvidó sus convicciones, y eligió el sufrimiento del que había renegado durante años.

Las dudas son demasiadas para darle carpetazo amparándose en que nuestra actuación se ajusta a los cánones; a los cánones de las últimas dos décadas, no sabemos siquiera si serán los de dentro de cuarenta o cincuenta años. La ética está impregnada de ideología, de temporalidad, y de culturalidad, sus principios no son ni universales ni inmutables. La ética ni siquiera es imparcial; baste como ejemplo leer las cartas de hace unos meses en el BMJ, de "expertos en ética", que criticaban que los médicos iraquíes enseñasen los cuerpos destrozados de sus mujeres y niños, sin decir nada de quien tiraba las bombas, y callaron, por supuesto, cuando se enseñaron a modo de trofeo y de escarmiento los cuerpos de los hijos acribillados de Sadam Hussein.

Agradezco sinceramente la opinión de todos los que han participado en el debate, pero creo, también, que posiblemente haya alguien que piense de manera discordante, y ha callado. Yo soy uno de éllos.

Eduardo Palencia Herrejón
Servicio de Medicina Intensiva
Hospital Gregorio Marañón, Madrid
©REMI, http://remi.uninet.edu. Noviembre 2003.

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Comentario: Jesús López-Herce Cid

Solo quiero manifestar mi coincidencia plena con la carta de Eduardo Palencia. En las UCI pediátricas, por las características específicas del niño, generalmente la limitación del esfuerzo terapéutico se hace teniendo solamente en cuenta las opiniones de los padres y médicos. Yo creo que el criterio fundamental, siempre valorando cada caso, deberían ser las secuelas intelectuales severas. En mi experiencia personal tanto profesional como de voluntario en organizaciones de disminuidos físicos, el deseo "innato" de vivir es superior a las limitaciones físicas, por muy graves que éstas parezcan. Además, tenemos que tener en cuenta que la información que los profesionales sanitarios damos a los padres y familiares, aunque lo parezca, nunca es objetiva sino que está teñida de nuestra ideología, experiencias previas, temores y prejuicios. Esta información en muchos casos puede orientar decisivamente hacia un lado u otro la decisión de los padres.

Jesús López-Herce
UCI pediátrica. Hospital Gregorio Marañón
©REMI, http://remi.uninet.edu. Noviembre 2003.

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Comentario: Miguel Angel González Gallego

Estimado Eduardo,

Acabo de leer tu último comentario sobre el caso de la mujer joven con sepsis meningocócica. Pertenezco al grupo que tú, precisamente, comentabas al final: "posiblemente haya alguien que piense de manera discordante, y ha callado". Es decir, soy de las personas suscritas a la lista y que en general prefieren escuchar y aprender. En parte por timidez y en parte por cierto complejo que nos aleja de aquellas personas que estáis en la "cresta de la ola".

Sin embargo, no quiero dejar pasar la oportunidad de felicitarte por este último comentario tuyo. No solo me ha parecido muy bien escrito, sino que me he ido viendo reflejado en cada línea; yo no podría haber expresado mejor mis sentimientos, incertidumbres y miedos a la hora de tomar una decisión tan drástica y, como tú bien dices, tan absolutamente irreversible. Me ha gustado especialmente esa actitud de dar un paso atrás para ver la cosas con mayor perspectiva, para cuestionarse la inmediatez de los protocolos y el automatismo en nuestras decisiones.

Y no es que piense que se hicieron las cosas mal. Pero, como tú dices, mi opinión hubiera sido discordante, aunque yo sí he callado.

En fin, una vez más, enhorabuena por el fondo y por la forma.

Un saludo.

Miguel Angel González Gallego
Servicio de Medicina Intensiva
Hospital Central de la Defensa - Madrid
©REMI, http://remi.uninet.edu. Noviembre 2003.

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Comentario: Angel Quel Benedicto

Suscribo de principio a fin el comentario del Dr. Eduardo Palencia Herrejón. Parece ser que soy uno de los que, pensando de manera discordante, he permanecido callado. No voy a extenderme porque sería reiterativo volver a exponer las dudas y convicciones que se plantea el Dr. Palencia. La impresión que yo he tenido es que al equipo médico se le plantea un problema que excede al ámbito profesional: La decisión sobre la vida o la muerte de una persona. Delegar en el Comité de Ética y en la opinión de la familia es una forma de diluir la responsabilidad: “Yo no soy capaz de decantarme hacia una acción concreta, pero tras exponer el caso al Comité de Ética y hablar con la familia se ha decidido...”

 Trabajo en una ambulancia medicalizada. En mi devenir profesional me he visto en situaciones complejas y he tenido que tomar decisiones difíciles de “no reanimación” o de suspender las maniobras de resucitación. Es distinto, porque no dispongo de tiempo para reflexiones y consenso con otros profesionales. Sin embargo siempre se plantean sobre el mismo supuesto: no se va a salvar la vida del enfermo sea cual sea mi esfuerzo terapéutico. Pero una máxima de priorización que utilizamos en Emergencias Extrahospitalarias es que la vida tiene prioridad sobre el órgano/la función, y éste sobre la estética. ¡La vida sobre el órgano! Es cierto que la intervención que se plantea en esta paciente es extraordinariamente mutilante, como lo es que sus brazos y piernas son miembros e instrumentos de un objeto superior, que es ella misma. Y a élla nadie le ha pedido su opinión. Como dice el Dr. Palencia, si verdaderamente quería morir, podría hacerlo más adelante.

Sobre la importancia que, en estas situaciones, tiene la opinión de la familia tengo muchas reservas. Si a nosotros se nos plantea como un problema de difícil solución, siendo profesionales e intentando mostrarnos objetivos, ¿cómo podemos implicar y complicar emocionalmente a sus familiares?. A la familia se le debe informar, arropar y prestar todo el apoyo psicológico que precise. Pero no creo que se le deba permitir vincularse en una decisión irreversible.

Angel Quel Benedicto.
Servicio de Ayuda Médica Urgente.
Valencia.
©REMI, http://remi.uninet.edu. Noviembre 2003.

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Comentario: Ramón Díaz-Alersi

¿Un comité de ética dicta? No estoy seguro... más bien aconseja, diría yo, y sus consejos no son vinculantes a menos que así lo hagamos nosotros libremente. En este caso, supongo que el CE daría su dictamen (si queremos llamarlo así) después de haber oído a todas las partes y escuchado todos sus argumentos. Lo que no se puede pedir hoy día es que todo el mundo tenga la misma opinión en estos casos, más que nada porque cada uno tiene sus propios principios éticos que ya no son universales, por eso es necesario un mecanismo que nos ponga de acuerdo mientras salvaguarda los deseos de los pacientes.

¿Es la vida un bien por encima de cualquier otro? Para muchos sí, pero, de nuevo, no para todos. Es cierto que la paciente era incompetente para decidir y que probablemente lo hubiera seguido siendo aunque hubiera recobrado la conciencia. ¿Son los familiares competentes? Depende. Si les das el tiempo y la ayuda que necesitan, sí. No se trata de que juzguen y decidan en pocos minutos, en la mayoría de los casos tienen horas e incluso días. Y durante ese tiempo nos tienen a nosotros para ayudarles a tomar la decisión correcta, nuestra formación debería garantizar que somos capaces de proporcionar esa ayuda. Y sobre todo, nadie conoce al paciente como ellos; si hay alguien que sabe como pensaba, que conoce sus expectativas y sus deseos, son ellos.

No estoy seguro de que recurrir a ejemplos personales sea lo correcto en este debate, porque solo nos dicen nuestro punto de vista subjetivo, aquél con el que, queramos o no, lo contamos. Así, yo podría decir que los tetrapléjicos tienen mucho tiempo por delante y para cuando están en condiciones de decidir, la situación es muy diferente. Y en cualquier caso, con respecto a tu paciente enfisematoso, podemos decir que era competente cuando tomó su primera decisión y que no lo era cuando se arrepintió. Quizás se le hizo un flaco favor ayudándole a cambiar de opinión, aunque saliera de la UCI. La muerte es como la próxima guardia, siempre llega, siempre está en estos casos a la vuelta de la esquina.

En resumen, en estos casos nunca quedamos todos contentos, yo diría incluso que nadie queda contento, pero hay que tomar una decisión y debe tomarla alguien. En el caso de que hubieras impuesto tu criterio ¿qué habría cambiado? ¿no habría sido un juez quien finalmente decidiera?

Ramón Díaz-Alersi
UCI.- H.U. Puerto Real
11150.-Puerto Real,
Cádiz España.
©REMI, http://remi.uninet.edu. Noviembre 2003.

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Comentario: Beatriz Sánchez Artola

Estaba rotando en la UVI del Hospital Gregorio Marañón en la época en que esta joven ingresó y sinceramente, me inquietó la idea de que no tuviera oportunidad de manifestar su elección vital, sin haber certeza de que no pudiera hacerlo. Lo que para alguien es incompatible con su vida, para otro puede merecer la pena ser aceptado. La chica ¿comunicó expresamente a su familia su deseo de morir en el futuro si la alternativa era, concretamente, sufrir la amputación supracondílea de las cuatro extremidades independientemente de que las funciones cerebrales se vieran o no dañadas? ¿asumimos la inmutabilidad de la decisión, sin importar cuándo se comunicó, a qué edad y en qué circunstancias?.

Entiendo que había que tomar una muy difícil y rápida decisión entre opciones dramáticas. Quizá esa joven hubiera querido vivir, aun con importantes limitaciones y secuelas, como otros pacientes que han sufrido amputaciones radicales múltiples…o no. Mi principal inquietud es si de verdad se respetó su autonomía, si se “consensuó” o aconsejó y si se actuó, sin tener conocimiento cierto de la capacitación de la paciente. En esta situación psicológica y físicamente límite, una vez retirada la sedación, con  apoyo psicológico, quizá se habría podido intentar al menos despejar la incertidumbre sobre la capacidad volitiva de la chica, por más terrible que esto resulte. Es esa diferencia entre la posibilidad y la seguridad de que la paciente pudiera o no haber sido consultada con la suficiente fiabilidad, la que me hace dudar de la idoneidad de la decisión.

Beatriz  Sánchez Artola
Servicio de Urgencias
Hospital Central de la Defensa, Madrid
©REMI, http://remi.uninet.edu. Noviembre 2003.

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Comentario Luis Nuño Gil

Aunque solo sea por el debate provocado, las reflexiones sobre el caso serán muy beneficiosas para que la bioética se abra aún más camino en la medicina, y concretamente en nuestra especialidad. Vaya por delante mi acuerdo con la actitud y hacer de los compañeros del Gregorio Marañón, no obstante me gustaría hacer algunas reflexiones:

  1. En este caso los hechos están bien estudiados y las consecuencias de una u otra actitud son claras. Esto es lo primero para después iniciar el debate y aplicación de la metodologia de la Bioética.

  2. Me parece evidente que se trata de una decisión subrrogada, decisión por sustitución. A la edad de la enferma y con nuestra tradición no me es posible pensar en voluntades anticipadas. La enferma no es autónoma, y no se dan ninguno de los criterios que garanticen minimamente la misma; ni siquiera el despertar transitorio, como algunos proponen, aseguraría la mínima competencia y autenticidad de la decisión.

  3. Las decisiones por sutitución, autonomía subrrogada, solo pueden ser tomadas teniendo en cuenta "el mayor bien del enfermo". No se puede decidir mal por otros.

  4. No dudamos de los malos ratos y debates de nuestos compañeros que trataron a la enferma. Probablemente no hubo acuerdo total, eso es el "consenso", y decidieron hacer vinculante la decisión del Comité Asistencial de Ética (C.A.E.).

  5. Los debates del C.A.E. son secretos; sus resoluciones no tienen por qué ser vinculantes, pero a veces, cuando su composición es de verdad plural y no están manipulados, son muy útiles.

  6. Lo que me gustaría es, si dicho Comité no tiene inconveniente, que pudiéramos ver la justificación de la decisión, que siempre tiene que hacerse. Todos los "considerandos" de un juez, que preceden a la "sentencia". ¿Por qué consideraron esa decisión como la mejor para la enferma?. No parece quebrantarse el secreto con la publicación de la misma, así como las objeciones de los miembros que las estimaron oportunas.

  7. Fuera del lugar de los hechos es dificil argumentar, aunque muy probablemente, yo hubiera tomado la misma decisión con uno de mis hijos. Pero lo que es bueno para mi, no tiene que serlo para los demás.

  8. Recalco que las decisiones por sustitución son, salvo excepciones, "documentos específicos, por escrito y autentificados", no obligatorios para nuestro quehacer. Ni los cónyuges, padres, hijos, hermanos, etc. pueden tomar decisiones erróneas que no creamos van dirigidas al mayor bien del enfermo.

  9. Quien cuida debe ser escuchado, también echo de menos la opinión del equipo de enfermería que atendió a la paciente.

  10. Por este camino, introducir el debate, la metodología y el considerable cuerpo de doctrina de la Bioética en los casos clínicos, puede ser una realidad.

Luis Nuño Gil.
Jefe de Sección. Medicina Intensiva. Burgos.
©REMI, http://remi.uninet.edu. Noviembre 2003.

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Comentario: Ángel Robles

Apreciado Eduardo:

En ninguna de mis dos intervenciones he mostrado mi apoyo a las decisiones tomadas, sí mi extrañeza porque el Comité de Ética Asistencial opinara de forma vinculante. Yo, como tú, tengo detrás una dilatada experiencia en pacientes con lesión medular (tetrapléjicos y pentapléjicos), y situaciones extremas que seguramente comparten todos y cada uno de los opinantes.

La bioética ha llegado a nuestros hospitales para quedarse, es un instrumento imperfecto, pero es el que tenemos. Por supuesto que está impregnada de ideología, aunque nos gusta pensar y decir que no es verdad; por eso las hacemos con participación de todos los estamentos del hospital, e incluimos en ellas filósofos, moralistas y juristas.

No estoy de acuerdo en que la opinión de la CEA sea vinculante, porque en mi opinión disminuye la importancia de dicho comité e incluso pierde gran parte de su peso “moral”.

Tampoco estoy de acuerdo en que se busque unanimidad cuando esta no es posible. Los médicos tenemos buena memoria para la medicina, pero no tan buena para algunas de nuestras opiniones cercanas en el tiempo, objeción de conciencia en temas tan difíciles como el aborto, etc.

Si no había unanimidad, ¿por qué no se decidió respetar la opinión del médico o médicos responsables?. En todo lo expuesto hasta el momento este punto tan importante queda sin aclarar.

Es cierto que algunos pacientes quieren vivir, aunque sea con grave discapacidad, pero también lo es que otros no, ante estos últimos nos quedamos sin respuesta.

La verdad es que los instrumentos de que disponemos (valores, leyes, creencias, moral, comités de ética asistencial, etc.) no nos sirven tan bien como desearíamos, y desde luego no dan respuestas concretas a problemas individuales.

Desde las dudas y la angustia de las decisiones tomadas muchas veces en soledad, un saludo afectuoso.

Ángel Robles
Médico Adjunto
UCI-Trauma Hospitals Vall d’Hebron, Barcelona

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última modificación: 01/07/2007