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Revista
Electrónica de Medicina Intensiva
Artículo nº C25. Vol 5 nº 1, enero 2005.
Autor: Carlos Chamorro Jambrina
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Los
pacientes sépticos tienen un alto riesgo de desarrollar insuficiencia
respiratoria, se estima que aproximadamente el 50% de los pacientes con
sepsis grave desarrolla síndrome de distrés respiratorio agudo (SDRA) en
algún momento de su evolución [1]. Ésto, junto con otros factores,
justifica que un alto porcentaje de estos pacientes necesite intubación
endotraqueal y ventilación mecánica. Así, por ejemplo, el 75% de los
pacientes con sepsis grave incluidos en el estudio PROWESS, necesitaban
ventilación mecánica [2]. En la mayoría de los pacientes sometidos a
ventilación mecánica es necesaria la administración de sedantes y
analgésicos. Los sedantes son necesarios para tratar la ansiedad
que genera la situación de enfermedad grave, para mitigar la sensación de
disnea que la ventilación mecánica pueda producir y para controlar la
agitación que en ocasiones aparece durante la evolución de un paciente
séptico. Los analgésicos son necesarios para tratar el dolor de los
pacientes que han sido sometidos a intervenciones quirúrgicas, o para
tratar el dolor que produce su propia enfermedad, la inmovilidad y el
causado por las técnicas necesarias para su tratamiento. La combinación de
sedantes y analgésicos, por sus efectos hipnóticos, depresores de la
respiración y del reflejo tusígeno, permiten que el paciente se adapte a
la ventilación mecánica [3]. Por tanto, estos fármacos son fundamentales
en el confort, cuidado y seguridad de los pacientes críticos. Sin embargo,
también este tratamiento farmacológico puede provocar efectos
perjudiciales. Recientes estudios recuerdan la trascendencia que supone la
calidad de la sedoanalgesia que ofrecemos a los pacientes críticos, y la
trascendencia de la correcta selección de los fármacos, de sus dosis, de
la monitorización de sus efectos y por tanto de la existencia de
protocolos de administración. El empleo inadecuado de los sedantes y de
los analgésicos puede influir negativamente
en la prolongación de la ventilación
mecánica, en la morbilidad, en la mortalidad, en la estancia en UCI, y en
la estancia hospitalaria de los pacientes críticos ventilados
mecánicamente.
1. Fármacos
sedantes y analgésicos |
Disponemos de diferentes fármacos, unos poseen sólo
efectos sedantes, otros efectos analgésicos y por último un grupo reducido
de fármacos que combinan ambos efectos.
1.1 Fármacos
sedantes
1.1.1
Benzodiacepinas
En España se encuentran comercializadas en formulación
parenteral el midazolam, el diacepam, el flunitracepam, el clonacepam y el
cloracepato. Todas ellas comparten efectos ansiolíticos, sedantes,
hipnóticos, anticonvulsionantes y de relajación muscular [4]. El midazolam,
por sus características químicas y farmacocinéticas, es la benzodiacepina
de elección para su empleo en la sedación continua de pacientes críticos
ventilados. Dispone de una estructura química que a pH ácido (inferior a
4) le confiere hidrosolubilidad y por tanto facilita su administración
intravenosa y por otra parte, a pH fisiológico, se convierte en
liposoluble con lo que se consiguen sus efectos a nivel del sistema
nervioso central. Su semivida, tras una administración aislada, oscila
entre 1-4 horas, pero cuando se administra en infusión continua, su
semivida puede alargarse de forma impredecible, sobretodo en pacientes
obesos, hipoalbuminémicos, y en los pacientes sépticos con APACHE elevado
[5]. Se metaboliza a nivel hepático en el sistema P450 3A4, por lo que su
metabolismo puede verse alterado por la existencia de disfunción hepática,
así como ser interferido por otros fármacos que se metabolizan al mismo
nivel, como los macrólidos o los azoles. Por el contrario, los fármacos
que aumentan la capacidad metabólica de este sistema enzimático, como la
fenitoína o la rifampicina, pueden acelerar su metabolismo. Los
metabolitos, tanto los procedentes de su oxidación, como los procedentes
de su posterior conjugación, son activos y se pueden acumular en
situaciones de insuficiencia renal [6].
Cuando se administra de forma rápida puede reducir las
resistencias vasculares sistémicas (RVS) y por tanto producir alteraciones
hemodinámicas. Sin embargo su administración IV continua produce pocos
efectos hemodinámicos.
No existe acuerdo en cuanto a la dosis recomendada de
midazolam en infusión continua, probablemente la dosis debe oscilar, según
necesidades, entre 0,05 a 0,23 mg/kg/h. Como regla general se administrará
una dosis inicial en bolus, para conseguir los objetivos de sedación, y se
iniciará una infusión horaria a la misma dosis que la que fue necesaria
para la inducción. Cuando se requiera subir la dosis de infusión es
necesario administrar primero una dosis aislada, ya que la elevación
lineal, sin bolus, va a provocar la acumulación del fármaco sin conseguir
la respuesta deseada hasta horas después [7]. Si se ha administrado
durante varios días, la infusión de midazolam ha de descenderse
progresivamente para impedir la aparición de cuadros de deprivación [8].
Tampoco existe en la literatura la definición de fallo
al midazolam, pero es preciso recordar que el uso de altas dosis puede
provocar el que hemos denominado “Síndrome de infusión del midazolam”
consistente en: retraso en el despertar, prolongación innecesaria del
tiempo de ventilación mecánica con su correspondiente morbi-mortalidad
asociada o cuadros de privación horas o días después de cesar en su
administración [9]. Probablemente no se debería superar la dosis
anteriormente expuesta (0,23 mg/kg/h), y en aquellos pacientes en los que
no es posible conseguir los objetivos de sedación con esta máxima dosis,
ya sea por inefectividad inicial o aparición de tolerancia, debería
cambiarse la estrategia de sedoanalgesia o asociarle otro sedante [10].
1.1.2. Propofol
Es un agente anestésico intravenoso perteneciente a la
familia de los alquilfenoles. Para su administración intravenosa se
requiere su emulsión en una solución lipídica, existiendo actualmente
propofol comercializado en diferentes lípidos (MCT-LCT o LCT) y a
diferentes concentraciones, 1 y 2%. Este solvente puede favorecer la
contaminación externa y el sobrecrecimiento bacteriano; así, se ha
descrito la transmisión de infecciones por un inadecuado manejo, no
aséptico, de los envases. Por tal motivo, se recomienda el cambio de los
envases y de los sistemas de infusión cada 12 horas. También, para evitar
esta potencial contaminación, se han comercializado diferentes
preparaciones de propofol que contienen productos antibacterianos como el
EDTA o los bisulfitos. La adición de EDTA no produce alteraciones de la
homeostasis de los diferentes iones (calcio, magnesio etc.), aunque puede
producir mayor eliminación urinaria de hierro y zinc.
La principal característica del propofol es la rapidez
de acción y la rápida desaparición de sus efectos una vez suspendida su
administración. Tras una dosis aislada su semivida oscila entre 30 y 60
minutos, sin embargo su semivida de eliminación se alarga en casos de
infusiones prolongadas, pero en concentraciones plasmáticas que no parecen
influir en la recuperación del nivel de conciencia. La existencia de
insuficiencia renal o hepática no afecta este perfil farmacocinético. El
propofol se une en un 98% a las proteínas plasmáticas y se metaboliza en
el hígado por vía conjugativa a metabolitos inactivos [11]. La eliminación
de metabolitos por orina en un pH básico puede teñir la orina de color
verdoso.
El efecto adverso más importante del propofol es la
depresión cardiovascular. Posee efectos vasodilatadores y puede producir
efectos depresores de la contractilidad cardiaca y efecto cronotropo
negativo. Estos efectos son mas manifiestos en pacientes con depleción del
volumen intravascular, y en pacientes ya hemodinámicamente inestables por
vasodilatación o depresión miocárdica. Hay que tener en cuenta que estos
factores hemodinámicos son muy comunes en el paciente séptico, por lo que
el propofol no es el fármaco mas adecuado para su administración IV
continua en aquellos pacientes en shock séptico dependientes de altas
dosis de catecolaminas.
La dosis recomendada de infusión oscila entre 1-5 mg/kg/h.
Si se requiere un efecto inmediato es precisa la administración de un
bolus inicial de entre 0,5-1 mg/kg administrado lentamente, a una
velocidad no superior a 1mg/seg., para evitar hipotensiones indeseables.
La dosis máxima recomendada es de 5 mg/kg/h. Si no se
consiguen los objetivos de sedación con esta máxima dosis se debe
sustituir o asociar con otro sedante. El uso de altas dosis y por periodos
superiores a 6-12 horas se ha asociado al llamado “Síndrome de infusión
del propofol”, consistente en un cuadro de shock cardiogénico (disminución
de la contracción miocárdica y trastornos de la conducción) junto con
alteraciones metabólicas (acidosis láctica, hipertrigliceridemia) y/o
rabdomiolisis [12]. Otra razón para considerar el fallo terapéutico al
propofol es la presencia de hipertrigliceridemia. Cuando se administra
este fármaco se debe valorar la cantidad de lípidos administrados por su
vehículo de emulsión y ajustar por tanto los aportes nutricionales.
Durante la administración de propofol se recomienda la monitorización
rutinaria de los triglicéridos plasmáticos, al menos 2 veces por semana.
Esta recomendación pasa a ser una exigencia en los pacientes sépticos
donde son frecuentes las alteraciones del metabolismo lipídico [13].
1.1.3. Etomidate
Es uno de los inductores anestésicos intravenosos que
produce menos alteraciones hemodinámicas, ya que induce mínimos efectos en
la contractilidad cardiaca y en las RVS. Por tanto, es uno de los
inductores de elección para la intubación urgente de los pacientes
críticos. Durante la inducción anestésica puede producirse trismus, por lo
que se recomienda su uso asociado a un bloqueante neuromuscular. El efecto
adverso más relevante es la inhibición reversible de la enzima
betahidroxilasa, necesaria para la trasformación del 11-deoxicortisol al
cortisol. Por tal motivo, no se recomienda su administración repetida o en
infusión continua. Tras una dosis aislada este efecto inhibidor puede
mantenerse entre 6 y 24 horas. Este factor debe tenerse en cuenta cuando
se requiera la intubación de un paciente séptico, ya que puede interferir
con la determinación posterior del cortisol o con la prueba de
estimulación con ACTH. Por tal motivo, en aquellos pacientes donde esté
prevista la realización de estas pruebas no debería emplearse el etomidate
o diferir la determinación en al menos 12 horas después de su
administración [14].
La dosis recomendada para la inducción anestésica
durante la intubación es de 0,15-0,30 mg/Kg.
1.2 Fármacos
analgésicos
Se incluyen en este grupo los AINES, el paracetamol y
los opiáceos. Los AINES no se recomiendan en el paciente crítico séptico
debido a sus potenciales efectos secundarios en la mucosa gástrica,
función renal y plaquetas. El paracetamol quedaría limitado a aquellos
pacientes con dolor leve o moderado, excluyendo aquellos pacientes que
tengan alteración de la función hepática. Los opiáceos son los fármacos de
elección para su uso combinado con sedantes en los pacientes sépticos en
ventilación mecánica [15].
1.2.1. Morfina
Es uno de los
opiáceos agonistas de menor liposolubilidad, lo que explica el retraso en
alcanzar su máximo efecto en el SNC, 15 minutos, y su duración mayor, 3-6
horas después de una dosis. Se metaboliza en el hígado por vía de la
glucuronidación a dos metabolitos activos que se acumulan en caso de
insuficiencia renal. Uno de ellos, la morfina-3-glucurónido, puede tener
efectos antiálgicos y el otro, morfina-6-glucurónido, puede acumularse y
provocar efectos prolongados e impredecibles en pacientes con
insuficiencia renal. Cuando se administra de forma intravenosa puede
provocar hipotensión arterial al producir venodilatación y liberación de
histamina. Puede administrarse tanto en dosis pautadas IV de 3-5 mg cada
4-6 horas o en infusión continua entre 1-5 mg/hora.
1.2.2. Fentanilo
Es 60 a 100 veces más potente que la morfina. Posee
mayor liposolubilidad, lo que explica su rápido efecto, entre el 1º y 3º
minuto, y su corta duración debida a su rápida redistribución. Sin
embargo, cuando se administra de forma prolongada, puede acumularse en el
tejido graso y por tanto modificarse su perfil farmacocinético a un
opiáceo de mayor semivida que la morfina. Se metaboliza en el hígado, por
lo que puede acumularse en pacientes con disfunción hepática. No tiene
metabolitos activos. No libera histamina, proporcionado mayor estabilidad
hemodinámica que la morfina. La dosis de infusión recomendada oscila entre
30-100 µg/h, y la dosis aislada entre 50-100 µg.
1.2.3. Alfentanilo
Es 10 veces más potente que la morfina y
como el fentanilo también se caracteriza por su rápido efecto y corta vida
media. Tiene menor volumen de distribución que el fentanilo, por lo que se
acumula menos. Sin embargo al tener metabolismo hepático oxidativo,
frecuentemente alterado en pacientes sépticos, puede acumularse y perder
por tanto su teórica semivida corta. Por estas razones y por su mayor
coste económico, su uso no se recomienda en este tipo de pacientes.
1.2.4. Meperidina
Aunque
es un opiáceo muy usado en el control del dolor postoperatorio, ni sus
perfiles farmacocinético y farmacodinámico, ni su perfil de seguridad
justifican su uso en el paciente crítico ventilado. Se metaboliza a nivel
hepático a metabolitos activos y potencialmente neurotóxicos que se
acumulan en pacientes con insuficiencia renal. Es uno de los opiáceos, que
usado por vía intravenosa, produce más alteraciones hemodinámicas, ya que
libera histamina y produce vasodilatación y depresión de la contractilidad
miocárdica. Su teórica ventaja, con relación a otros opiáceos, de no
afectar el esfínter de Oddi, nunca se ha demostrado. La única
justificación para mantener meperidina en la Unidad de Cuidados Intensivos
es para el tratamiento y control de la tiritona postoperatoria o incluso
en la tiritona relacionada con la sepsis. En estos casos la dosis a
emplear es de 20-30 mg por vía intravenosa.
1.3 Fármacos
analgésicos y sedantes
1.3.1. Remifentanilo
Es
un derivado del fentanilo con el que comparte su misma potencia. Su
estructura química incluye un enlace éster, por lo que es metabolizado por
esterasas plasmáticas inespecíficas y por tanto caracteriza su novedoso
perfil farmacocinético y farmacodinámico. Su efecto máximo se consigue en
menos de tres minutos y su efecto desaparece en pocos minutos,
independientemente de la duración de su infusión y de la existencia de
disfunción hepática y/o renal. Uno de sus metabolitos es activo, pero a
una actividad 1/4.600, por lo que sus implicaciones clínicas son casi
irrelevantes, incluso en situaciones de insuficiencia renal donde este
metabolito puede acumularse [16].
Este perfil permite
su uso a dosis altas con lo que a sus efectos analgésicos se unen los
efectos sedantes, sin el riesgo de acumulación. Sólo un 30% de los
pacientes suelen requerir otro sedante a dosis bajas para conseguir los
objetivos de sedo-analgesia [17].
La dosis recomendada
oscila entre 0,5 y 6 µg/kg/h como analgésico y de 6-12 µg/kg/h como pauta
de sedoanalgesia.
1.3.2. Ketamina
Es un derivado de la
fenciclidina que produce anestesia disociativa. Tiene efectos analgésicos,
incluso a dosis menor que la dosis sedante. Se metaboliza en el hígado por
vía oxidativa a metabolitos inactivos. Su semivida es de 2 a 3 horas, que
puede prolongarse cuando se administra en infusión continua o en
situaciones de insuficiencia hepática.
A diferencia del
resto de sedantes, produce la activación del sistema simpático, aumentando
por tanto la frecuencia cardiaca, las RVS y produciendo broncodilatación.
Aunque tiene un efecto inotrópico negativo, la estimulación simpática
contrarresta este efecto deletéreo, salvo en aquellos pacientes que se
encuentran en situación de shock cardiogénico refractario a catecolaminas.
Existen estudios
que demuestran la utilidad de ketamina en infusión continua, combinada con
benzodiacepinas, para la sedoanalgesia en pacientes críticos
hemodinamicamente inestables, consiguiéndose una buena calidad de
sedoanalgesia y una reducción de la dosis de catecolaminas. Sin embargo,
la mayor utilidad de la ketamina en el paciente crítico séptico es como
inductor anestésico para la secuencia de intubación urgente, como una
alternativa al etomidate [14]. También es útil como analgésico para
procedimientos puntuales. La dosis habitual es 0,5-0,7 mg/kg buscando un
efecto analgésico, 1-1,5 mg/kg como inductor anestésico y 0,7-3 mg/kg/h
para su infusión continua.
1.3.3. Alfa-2 agonistas
Son la
clonidina y la dexmedetomidina. Desafortunadamente, en España no está
disponible la presentación parenteral de estos fármacos. Entre sus
múltiples utilidades destacan su empleo para el control de la tolerancia y
privación a otros sedantes [18]. Estos fenómenos son relativamente
frecuentes en pacientes con necesidades de sedoanalgesia mayores de 5
días. En estos casos el uso de clonidina oral podría ser de utilidad. No
se recomienda su uso en pacientes con necesidad de catecolaminas y con
bradicardia o bloqueos AV. Otros efectos secundarios adversos son la
disminución del peristaltismo intestinal y la sequedad de boca. La dosis
de clonidina oral para la tolerancia o privación es de 300 µg/4-6 horas.
3. Selección
de fármacos en el paciente séptico |
Los
sedantes, como muchos fármacos, pueden producir efectos en el sistema
inmune y por tanto influir en la respuesta del individuo ante una
infección. In vitro, se han demostrado efectos en la respuesta de
los linfocitos, en la función de los neutrófilos, y en la producción de
citoquinas y radicales libres. En un estudio experimental sobre ratas
endotoxémicas la administración precoz de propofol redujo la producción de
citoquinas proinflamatorias (TNF, IL-6, IL-10) y disminuyó la mortalidad
de las ratas tratadas [19]. También se ha sugerido que el propofol puede
inhibir selectivamente la iNOS y por tanto tener una particular utilidad
en los pacientes sépticos [20]. Otros estudios experimentales han sugerido
que los bacteriostáticos añadidos al propofol también pueden influir. El
EDTA podría beneficiar por sus efectos quelantes del hierro, y sin embargo
los bisulfitos añadidos al propofol podrían aumentar la peroxidación
lipídica y aumentar la producción de radicales libres [21].
Sin
embargo, estos interesantes efectos inmunomoduladores actualmente no se
han traducido en estudios clínicos que demuestren que el uso específico de
algún sedante o analgésico tenga impacto en la supervivencia de los
pacientes sépticos en ventilación mecánica. Paradójicamente, en los
escasos estudios clínicos publicados, los hallazgos han sido
contradictorios. En un estudio comparativo en pacientes postquirúrgicos
que recibieron propofol o midazolam durante 48 horas, se observó una
elevación de las citoquinas proinflamatorias (TNF, IL-1 b,
IL-6) en los pacientes que habían recibido propofol y un descenso en los
que habían recibido midazolam. La producción de IL-8 se redujo en ambos
grupos, y la de interferon-gamma aumentó en los que recibieron propofol
[22].
Por
todo esto, y hasta que no aparezcan estudios clínicos más concluyentes, la
selección de la pauta de sedoanalgesia en el paciente séptico se ha de
basar en criterios diferentes a los de sus potenciales efectos
terapéuticos. No existe el fármaco ideal para todos los pacientes y
para todas las circunstancias [23]. El
grado de profundidad de la sedación y el tipo o combinación de fármacos
debe ser individualizado y reevaluado periódicamente dependiendo de la
indicación de la sedoanalgesia, de la situación clínica del paciente, de
la presencia o no de fallo multiorgánico, de los potenciales efectos
secundarios y de la respuesta observada en el paciente. La pauta de
sedoanalgesia debe ser diferente en paciente séptico, sin otra patología,
que ha sido sometido a una cirugía de la causa de su sepsis y que sea
prevista una rápida extubación, a la de un paciente séptico con fallo
renal, o a la de un paciente en situación de shock, con SDRA y con
necesidad por tanto de sedoanalgesia prolongada y probablemente en grados
profundos.
Debe
existir un protocolo de administración inicial que pueda modificarse de
acuerdo a la evolución del paciente. Este protocolo de selección debería
estar basado en dos principios básicos: confort y seguridad del paciente, y
que la estrategia usada no limite posteriormente el inicio de las
desconexiones o la extubación de los pacientes [9]. En las Tablas I y II
se sugiere un protocolo de selección de fármacos:
Tabla I: Sedoanalgesia de
duración corta e intermedia (menos de 5 días)
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-
Propofol (máxima dosis 5 mg/kg/h) + morfina (1-3 mg/hora). Excepto:
Contraindicaciones propofol (shock, inestabilidad
hemodinámica, hipertrigliceridemia)
Contraindicaciones morfina (insuficiencia
renal, asmáticos)
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Remifentanilo (3-12 µg/kg/h) en pacientes
donde la analgesia sea el pivote fundamental del régimen de sedoanalgesia,
como en los postquirúrgicos o politraumatizados
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Remifentanilo (3-12
µg/kg/h) en pacientes
con contraindicación a la asociación propofol-morfina
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Tabla II: Sedoanalgesia de
larga duración (más de 5 días)
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Midazolam (hasta 0,23 mg/kg/h) + Fentanilo (25-100
µg/h).
Cambio secuencial a propofol-morfina o remifentanilo, 2 o 3 días
antes de la probable extubación
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Propofol (máxima dosis 5 mg/kg/h) +
Morfina (1-3 mg/h). En pacientes con necesidades frecuentes
de reevaluación neurológica y en ausencia de las contraindicaciones
anteriormente expuestas
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Tanto la ausencia de control de la
sedoanalgesia, como la excesiva profundidad de la sedación son
perjudiciales para los pacientes. Se ha demostrado que el control del
dolor postoperatorio es un factor determinante en la tasa de infecciones
de la herida quirúrgica, adquiriendo la misma consideración que el
mantenimiento de un adecuado volumen intravascular o que la normotermia
[24]. El dolor, la ansiedad y la agitación no controlada, provocan una
respuesta neurohormonal que puede producir un aumento de la mortalidad de
los pacientes [25].
La
administración continua de fármacos analgésicos y sedantes, teóricamente
es la forma más adecuada, ya que además de requerir menor carga
asistencial impide la aparición de fases de infrasedación. Sin embargo
esta administración no está exenta de riesgos. Como demostraron Kollef y
col. [26], el uso de sedantes y analgésicos en perfusión continua puede
provocar un mayor tiempo de ventilación mecánica, una mayor estancia en la
UCI y en el hospital y un mayor número de reintubaciones. Sin embargo, la
mejor conclusión que podemos obtener de este estudio prospectivo y
observacional, es que la administración de estos fármacos de una forma no
estandarizada, sin control de la profundidad de la sedación y con fármacos
no apropiados tiene más peligros que ventajas. Posteriormente, estos
mismos autores [27], demostraron que cuando se aplica un protocolo de
administración consensuado con la enfermería, con control de la
profundidad de la sedación y con fármacos más apropiados, se reduce el
tiempo de ventilación mecánica de 117 a 56 horas, la estancia en UCI de
7,5 a 5,7 días, el número de traqueotomías del 13% al 6% y la estancia
hospitalaria de 20 a 14 días. Similares resultados se han observado en
otros estudios. En una UCI noruega [28], el seguimiento de los médicos y
enfermeras de un simple protocolo de sedoanalgesia provocó un descenso del
tiempo de ventilación de 2,1 días, y un descenso de la estancia en UCI de
1 día.
Actualmente las escalas son los instrumentos mas frecuentemente usados
para la monitorización de la profundidad de la sedoanalgesia (Tabla III).
Sin embargo estas escalas tienen sus limitaciones. Las escalas de
evaluación del dolor como la VAS (escala visual analógica: donde 0 es
ausencia de dolor, y 10 el peor dolor imaginable) sólo son aplicables en
pacientes en grados de sedación poco profundos. En los casos de sedación
profunda hay que recurrir a detectar gestos de dolor o a detectar cambios
hemodinámicos relacionados con la administración de opiáceos. Las escalas
de sedación son subjetivas, intermitentes, a veces interrumpen el
descanso del paciente y en ocasiones valoran respuestas al dolor más que
el grado de sedación. Además su utilidad es muy limitada en los grados
profundos de sedación. Dentro de los sistemas de monitorización objetiva
destaca el índice biespectral (BIS), que valora de forma continua los
cambios del EEG y aporta una medida numérica del grado de sedación, desde
0 (silencio eléctrico) hasta 100 (despierto).
El uso del BIS supone un gran avance en la monitorización continua de
aquellos pacientes que necesitan una sedación profunda y durante el
bloqueo neuromuscular. Así, por ejemplo, cuando se busque una sedación
profunda, la administración de sedantes para conseguir un BIS de 50-60
sería suficiente [29]. Además, el BIS puede aportar información objetiva
de la analgesia en el paciente sedado. El dolor puede provocar aumento de
la actividad muscular de los músculos frontales y estas señales eléctricas
musculares pueden modificar el registro basal del BIS y alertarnos de la
presencia de dolor.
Tabla III: Escalas para
monitorizar la sedación en UCI
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Escala de sedación de
Ramsay |
-
Paciente ansioso y agitado
-
Paciente colaborador,
orientado y tranquilo
-
Paciente dormido, que obedece
a órdenes
-
Paciente dormido, con
respuestas a estímulos auditivos intensos
-
Paciente dormido, con
respuestas mínimas a estímulos
-
Paciente dormido, sin
respuestas a estímulos
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Escala SAS de
sedación-agitación (Riker) |
-
[7] Agitación peligrosa,
peligro de retirada de catéteres, tubos, etc.
-
[6] Muy agitado, muerde el
tubo, requiere sujeción mecánica
-
[5] Agitado, se calma con
instrucciones verbales
-
[4] Tranquilo y colaborador
-
[3] Sedado, despierta al
estímulo auditivo intenso
-
[2] Muy sedado, despierta
ante estímulos físicos, no responde a instrucciones verbales
-
[1] Excesivamente sedado, sin
respuesta a estímulos intensos
|
Escala RASS de
sedación-agitación (de Richmond) |
-
[+4] Combativo. Ansioso,
violento
-
[+3] Muy agitado. Intenta
retirarse los catéteres, el tubo orotraqueal, etc.
-
[+2] Agitado. Movimientos
frecuentes, lucha con el respirador
-
[+1] Ansioso. Inquieto, pero
sin conducta violenta ni movimientos excesivos
-
[0] Alerta y tranquilo
-
[-1] Adormilado. Despierta a
la voz, mantiene los ojos abiertos más de 10 seg.
-
[-2] Sedación ligera.
Despierta a la voz, no mantiene los ojos abiertos más de 10 seg.
-
[-3] Sedación moderada. Se
mueve y abre los ojos a la llamada, no dirige la mirada
-
[-4] Sedación profunda. No
responde a la voz, abre los ojos a la estimulación física
-
[-5] Sedación muy profunda.
No respuesta a la estimulación física
|
|
La monitorización del grado de sedación es
fundamental para determinar, asegurar y reevaluar los objetivos de
sedoanalgesia e impedir que estas pautas eviten o retrasen el inicio de
las desconexiones o la extubación cuando el paciente teóricamente está en
situación clínica de ser extubado. Junto a esta monitorización pueden
emplearse otras estrategias, no excluyentes, que cada Servicio de Medicina
Intensiva debe aplicar de acuerdo a sus características, al personal y a
la monitorización disponible. Una de ellas es la utilización de pautas de
sedoanalgesia secuencial, con cambio a pautas con fármacos sin poder
acumulativo cuando se observe la buena evolución del paciente. Otra es la
interrupción diaria de la medicación
hasta el despertar del paciente. Kress y col. [30], en un estudio
prospectivo, aleatorizado, controlado, sobre 128 pacientes ventilados
mecánicamente, demostraron que en el grupo de intervención (interrupción
diaria hasta el despertar), se redujo el tiempo de ventilación mecánica en
2,5 días, la estancia en UCI y hospitalaria en 3,5 días y se redujo la
realización de pruebas diagnósticas para evaluar el estado neurológico del
27% al 9%.
En ocasiones, además
de fármacos sedantes y analgésicos, es necesario el uso de bloqueantes
neuromusculares (BNM). Estos fármacos forman parte del arsenal
farmacológico para facilitar la intubación orotraqueal. En este punto, y
debido a las múltiples contraindicaciones de la succinilcolina en el
paciente séptico, el fármaco más recomendable es el rocuronio a dosis de
0,6 a 0,9 mg/kg. A veces, los BNM son necesarios para adaptar de forma
puntual a la ventilación mecánica, o para la realización de técnicas como
la broncoscopia, traqueostomía etc. En ocasiones hay que recurrir a la
infusión continua para adaptar a pacientes a modalidades ventilatorias en
las que la sedoanalgesia profunda no es suficiente [31]. Cuando el
paciente se encuentra adaptado a la ventilación mecánica, con las dosis de sedoanalgesia recomendadas, no está justificado el uso de BNM con el
objetivo de disminuir el consumo de oxígeno. Aunque los BNM son
habitualmente usados como último recurso para adaptar a los pacientes con
SDRA a la ventilación mecánica, un reciente estudio sugiere que su uso
precoz en pacientes ventilados por SDRA puede evitar la progresión de la
inflamación y el daño pulmonar inducido por la ventilación mecánica [32].
5.1 Fármacos
Según su mecanismo de
acción, los BNM se dividen en despolarizantes y no despolarizantes.
Actualmente no hay ninguna justificación para el uso de los primeros,
succinilcolina, en el paciente séptico. Existen 2 grupos farmacológicos de
BNM no despolarizantes, los esteroideos (vecuronio y rocuronio) y las benzilisoquinoleínas (atracurio, cisatracurio y mivacurio)
[33].
5.1.1. Vecuronio
Es un BNM esteroideo de vida media
intermedia. Su inicio de acción es a los 3 minutos y sus efectos finalizan
a los 30-40 minutos. Se une pobremente a las proteínas, tiene un alto
volumen de distribución y se metaboliza en el hígado a metabolitos activos
que se eliminan por riñón. Por tanto, sus efectos se prolongan en
pacientes con disfunción hepática y/o renal. Carece de efectos
hemodinámicas indeseables y no libera histamina. La dosis recomendada
es de 0,05-0,12 mg/kg. No está recomendado su uso en infusión continua.
5.1.2. Rocuronio
Desde el punto de vista
farmacocinético tiene un perfil muy similar al anterior, encuadrándose en
el grupo de BNM de semivida intermedia. El rocuronio tiene metabolismo
hepático y eliminación hepato-biliar, un 20% puede eliminarse por vía
renal sin metabolización, por tanto su acción se puede prolongar en
situaciones de fallo hepático y/o renal. Desde el punto de vista
farmacodinámico el rocuronio es aproximadamente 5-6 veces menos potente
que el vecuronio, lo que explica su mayor rapidez de acción. Tras una
dosis de 2xED95 (0,6 mg/kg) se consigue un efecto paralizante muy rápido,
equiparándose a la rapidez de la succinilcolina, pero con un efecto más
prolongado, de hasta 30-40 minutos. Su rapidez de acción permite su
utilización en la secuencia rápida de inducción-intubación de pacientes
críticos. El rocuronio, por su estructura esteroidea, tiene baja
capacidad de liberación directa de histamina y no suele producir
alteraciones hemodinámicas relevantes. Cuando se emplea a dosis altas, mas
de 2xED95, y administrada en pocos segundos, tiene un discreto efecto
vagolítico, lo que puede producir aumentos de la frecuencia cardiaca. Las dosis
recomendadas son de 0,6-0,9 mg/kg para la inducción, y de 0,2-0,6 mg/kg/h
para infusión.
5.1.3. Atracurio
Es una benzilisoquinoleína de vida media intermedia. Su acción es a los 3
minutos y sus efectos permanecen alrededor de 30 minutos. Se metaboliza
por esterasas plasmáticas y por degradación espontánea (degradación de
Hoffman) dependiente del pH y de la temperatura sanguínea. Estas
características farmacocinéticas no se alteran en pacientes con
insuficiencia renal y/o hepática. Se metaboliza a 2 metabolitos inactivos
pero potencialmente tóxicos que se acumulan en casos de insuficiencia
renal. Uno de ellos, el laudanósido, tiene toxicidad neuronal y el otro,
acrilato, experimentalmente puede producir hepatotoxicidad. Su
administración en forma de bolus puede liberar histamina y por tanto
producir hipotensión. La dosis recomendada
de infusión es de 0,4-1 mg/kg/h.
5.1.4. Cisatracurio
Es uno de los 10 estero-isómeros del
atracurio, con el que comparte las mismas características
farmacocinéticas. A dosis
equipotentes tiene un discreto retraso en su pico de acción y una duración
más prolongada que el atracurio. Mantiene el resto de las características
farmacocinéticas del atracurio, incluyendo su metabolización órgano
independiente. Su inactivación es sobre todo por degradación tipo Hoffman,
teniendo menos relevancia su metabolismo por esterasas plasmáticas. Hasta
un 10% como máximo puede eliminarse por riñón sin metabolizar. Desde el
punto de vista farmacodinámico es donde este fármaco, al ser tres veces
más potente, adquiere grandes diferencias sobre su predecesor. Al
necesitarse menos dosis para alcanzar el mismo efecto bloqueante, libera
menos histamina que el atracurio y por tanto provoca menos cambios
hemodinámicos histamino-dependientes y produce menos metabolitos
potencialmente tóxicos [34]. Las
dosis recomendadas son de 0,10-0,15 mg/kg como inducción y de 0,06-0,18 mg/kg/h
para infusión continua.
5.1.5. Mivacurio
Es el BNM no despolarizante de vida media más corta; sin embargo, al ser metabolizado por la pseudocolinesterasa plasmática, su vida media se puede
alargar en el paciente crítico. Su inicio de acción es similar a los
anteriores y libera histamina. Por estas razones no tiene indicación en el
paciente crítico séptico [35].
5.2 Monitorización
de los BNM
Como
ocurre con todos los fármacos, los BNM se han de administrar a la menor
dosis efectiva y por el menor tiempo posible. Las dosis enumeradas
anteriormente son orientativas y pueden variar de forma importante entre
los pacientes críticos, más aún en el paciente séptico donde son
frecuentes alteraciones en el volumen de distribución, metabolismo y
eliminación de los BNM, así como la existencia de alteraciones
hidroelectrolíticas e interacciones con otros fármacos que pueden influir
en el bloqueo neuromuscular. Por este motivo la monitorización de los BNM
es importante para conseguir los efectos buscados y evitar
complicaciones. Dentro de las potenciales complicaciones de los BNM
destacan la producción de parálisis. La aparición de parálisis de corta
duración, de horas a pocos días, refleja una acumulación del BNM o de sus
metabolitos con persistencia de sus efectos una vez suspendida su
administración [36]. Esta complicación podría ser evitable con una
correcta monitorización durante su administración. Sin embargo hay otro
tipo de parálisis, impredecible en su aparición y de carácter más grave,
ya que produce cuadros prolongados, de hasta varios meses de duración, de tetraparesias flácidas que dificultan la desconexión del paciente del
respirador y provocan largas estancias en la UCI. Aunque la patogenia de
estas complicaciones no se conoce, el exceso de bloqueo neuromuscular
probablemente somete al músculo a una profunda denervación farmacológica y
le hace más vulnerable a otros factores miotóxicos y por tanto a la
aparición de estas graves miopatías [37, 38]. La monitorización del bloqueo neuromuscular al mínimo nivel de profundidad indispensable puede disminuir
de forma importante la incidencia de estas complicaciones [39].
El
método más recomendado para valorar la profundidad del bloqueo durante la
administración de los BNM es el tren de 4 (TOF). Consiste en la aplicación
con un neuroestimulador de 4 estímulos eléctricos supramáximos con
intervalos de 0,5 seg. sobre un nervio periférico [40, 41]. En condiciones
normales este estímulo produce 4 contracciones iguales en la zona muscular
dependiente del nervio estimulado. En presencia de BNM y según el grado de
bloqueo producido se observan 4 respuestas decrecientes, o la progresiva
desaparición de las respuestas, con presencia de 3 (75% de bloqueo), 2
(80%), 1 (90%) o ninguna (más de 90% de bloqueo). En caso de observar las
4 respuestas decrecientes o con agotamiento, la amplitud de la cuarta
respuesta con relación a la primera se conoce como relación T4/T1. Cuando
la relación T4/T1 es mayor del 90% prácticamente no existe bloqueo
residual. La valoración de las respuestas al TOF puede realizarse de forma
visual, táctil o con el uso de dispositivos que nos informen gráficamente
del número de respuestas y de la relación T4/T1. La valoración visual y
táctil pierde sensibilidad, sobre todo para discernir el agotamiento
cuando se objetivan las cuatro respuestas. Los dispositivos tipo
mecanogramas o electromiogramas son relativamente engorrosos para usarlos
en las UCI. En cambio los acelerogramas, tipo TOF-GUARD®,
o TOF-WATCH® son más sencillos y objetivos para valorar las mencionadas
respuestas y probablemente son los monitores-neuroestimuladores de
elección. La mayoría de los autores coinciden en la recomendación de
estimular el nervio cubital valorando las respuestas en el aductor corto
del pulgar. Para conseguir una adecuada estimulación del nervio cubital es
importante que la zona de monitorización esté muy seca, sin edema, y a una
temperatura mayor de 32 grados, por lo que es recomendable elevar el brazo
y mantenerlo protegido de la temperatura exterior. Los electrodos del neuroestimulador deben situarse en el lado interno de la muñeca, el distal
a 1 cm del punto donde el pliegue proximal de flexión cruza el lado radial
del tendón del flexor superficial de los dedos. El proximal se colocará a
2-3 cm del distal, en el recorrido del cubital [40]. El cambio de
electrodos se debería realizar cada 12 horas.
Habitualmente el uso de BNM de forma continua en el paciente séptico queda
limitado a la adaptación a la ventilación mecánica de pacientes con SDRA,
por lo que el grado de bloqueo neuromuscular que se debe buscar es el
mínimo grado que permita esta adaptación. Aunque no existen trabajos
publicados en este sentido, la experiencia muestra que un mínimo grado de
bloqueo, 3 respuestas al TOF o incluso 4 con una relación T4/T1 menor del
25%, es suficiente [42]. Probablemente la administración de menor cantidad
de BNM y el mantenimiento de niveles de bloqueo poco profundos incida en
la disminución de los efectos secundarios en los que están implicados
estos fármacos. Hay que recordar que muchos pacientes sépticos están
tratados con esteroides y tienen alteraciones neuromusculares, lo que les
hace más susceptibles a esta potencial toxicidad de los BNM. Aunque se ha
sugerido que los esteroides aumentan más la toxicidad de los BNM
esteroideos que la de las benzolisoquinoleinas, esto nunca se ha
demostrado.
Cuando
se usa este tipo de fármacos se requiere una serie de garantías mínimas,
como el asegurar en todo momento la vía aérea y la ventilación del
paciente, una profunda sedación y analgesia, y extremar la profilaxis de
la trombosis venosa profunda y en los cuidados de córneas, piel y
decúbitos. No se debe olvidar el riesgo de enmascaramiento clínico de
ciertas situaciones que pueden surgir durante su empleo, como la aparición
de nuevos problemas neurológicos, como convulsiones, el desarrollo de
fiebre o las catástrofes abdominales.
Tabla IV: Dosis recomendadas
de fármacos sedantes, analgésicos y bloqueantes neuromusculares en el
paciente crítico
|
|
Fármaco |
Dosis
aislada y de inducción |
Dosis
en infusión continua |
Midazolam |
0,05-0,15 mg/kg |
0,05-0,23 mg/kg/h |
Propofol |
0,5-1 mg/kg |
0,5-5 mg/kg/h |
Etomidate |
0,15-0,3 mg/kg |
No indicado |
Ketamina |
0,5-1,5
mg/kg |
0,7-3 mg/kg/h |
Remifentanilo |
No indicado |
3-12 mcg/kg/h |
Morfina |
3-5 mg |
1-5 mg/h |
Fentanilo |
50-100 mcg |
30-100 mcg/h |
Vecuronio |
0,05-0,12
mg/kg |
No
indicado |
Rocuronio |
0,3-0,9 mg/kg |
0,2-0,6 mg/kg/h |
Atracurio |
0,4-1 mg/kg |
0,4-1 mg/kg/h |
Cisatracurio |
0,1-0,15 mg/kg |
0,06-0,18 mg/kg/h |
|
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Carlos Chamorro Jambrina
Hospital Puerta de Hierro, Madrid
©REMI,
http://remi.uninet.edu. Enero 2005.
Palabras clave:
Sepsis grave, Sedación,
Analgesia, Bloqueantes neuromusculares, Escalas de sedación, Protocolos de
sedación, Cuidados Intensivos.
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